Antjie Krog, ¿para qué el perdón?

Por: Ángela Martin Laiton

Traducción de los fragmentos de la entrevista: Jimena Reides

Imagen: Muhammad Yunus

¿Dónde están los límites del perdón? ¿Qué queda después de la violencia y la guerra? ¿Cómo perdonar las atrocidades cometidas por el que consideramos otro? En un diálogo Sur-Sur, la entrevistadora colombiana Ángela Martin Laiton cruza palabras con la escritora sudafricana Antjie Krog al respecto de escribir poesía y reivindicar la verdad en medio de procesos políticos de perdón y reconciliación.


“Si la reconciliación significa que el perpetrador que mató a mi hijo, vuelva a ser humano y que nosotros también podamos volver a ser humanos, entonces realmente estoy de acuerdo con la reconciliación y la soporto. Soy un ser humano, necesito perdonar para poder seguir con vida.”[i]

¿Dónde están los límites del perdón? ¿Qué queda después de la violencia y la guerra? ¿Cómo perdonar las atrocidades cometidas por el que consideramos otro? No ha sido fácil para nadie que se ha acercado a la historia de Sudáfrica comprenderla e intentar abordar el tejido social propuesto por las Comisiones de la Verdad y la Reconciliación después del Apartheid. Desde el resto del mundo dibujamos a África como una sola nación estigmatizada en la pobreza y la sequía, más de 800 millones de personas reducidas a pobres bosquejos de exotización cultural y ambiental.

Un auditorio repleto, café, té y galletas se ofrecen en la entrada, hay que ubicarse en la lista porque los cupos a la Cátedra Coetzee en Buenos Aires son limitados, los intérpretes en la parte de atrás asegurándose de trasladar en tiempo real los vídeos que están siendo proyectados durante la conferencia; una mujer sudafricana, blanca, delgada y de ojos azules suspende el vídeo de una de las comisiones de la Verdad y Reconciliación en Sudáfrica. Con la voz suave empieza a recitar un poema entre los lagrimeos de muchos que no pudieron con el contenido del vídeo, los intérpretes quedan suspendidos en una suerte de limbo, la gente del público mueve sus aparatos de audio, toca los botones, mira hacia atrás, miran a quienes no escuchan por la interpretación; no, ese no es inglés, no es francés, italiano, ni portugués. John Maxwell Coetzee está sentado a mi derecha, con la mirada fija en la conferencista y las manos tranquilas sobre las piernas, continúa con ese gesto serio de hombre imperturbable, intuyo que él sí entiende, entonces será lengua Afrikaner. “No, no es lengua Afrikaner”, cita la expositora, como si corrigiera lo que pensaba, aunque es mi lengua materna no es en esta en la que les estoy hablando, recito un antiguo poema en Zulú, una de las lenguas originarias más importantes de Sudáfrica, que hablaba del Ubuntu.

“Umuntu, nigumuntu, nagamuntu” reza la frase zulú que significa “una persona es persona a causa de los demás”. Sudáfrica es un país compuesto por un 80% de población negra, aun así, en tiempos del Apartheid, esta mayoría sufrió grandes vejámenes y violencias de una minoría que se consideraba blanca y superior. La violencia del Apartheid causó inmensas rupturas en los procesos sociales sudafricanos que encontraron la forma de intentar reparar el tejido social volviendo la mirada a una antigua filosofía africana llamada “Ubuntu” impulsada por Nelson Mandela y Desmond Tutu.  Ubuntu es clave para entender la sociedad y el proceso de reconciliación sudafricano. Ubuntu desvirtúa el individualismo de la cultura occidental que pretende universalizarse para entender que solo podemos construirnos a nosotros mismos en tanto construimos a los demás. Ubuntu valora a la comunidad y a la persona en su contexto social, es decir, el hecho de que la persona es una persona a través de otras.

Silencio en el auditorio con la respuesta que dio la poeta sudafricana sobre la solución del conflicto en su país, siendo enfática en repetidas ocasiones sobre lo problemático que resulta hablar de comunidad para sociedades occidentales que no pueden desprenderse nunca de la individualidad. Pensé en esa comunidad indígena en Colombia que dejó perplejo a un antropólogo, quien después de proponer un juego para los niños, no supo explicarles por qué era necesario que alguno ganara para divertirse. No es la primera vez que Antjie Krog asoma lo más certero y maravilloso de su carácter para apostar a la construcción de otro tipo de sociedad. La escritora nacida en Orange es hija de la privilegiada sociedad blanca que hace mucho tiempo colonizó África, creció con profundos descontentos y dudas sobre la forma en la que se trataba a la población negra en el Apartheid y escandalizó a todo el país con sus cortos 17 años cuando publicó un poema en la revista del colegio diciendo: “Dadme una tierra donde los blancos y los negros mano a mano / puedan traer paz y amor a mi bella tierra”.  Llovieron múltiples preguntas terminada la sesión sobre la reciente traducción de Country of My Skull al español. Esta obra recoge toda su experiencia como periodista en la Comisión de Verdad y Reconciliación con los relatos testimoniales de las víctimas del Apartheid; allí, Krog sobrepasa el género narrativo de la crónica con el uso de la ficción y la poesía.

Terminada la sesión vuelvo a casa caminando, pensando en lo que sucedió en Sudáfrica y en todo lo que podríamos aprender los colombianos sobre perdón y reconciliación. Corrientes está repleta de gente siempre, gente que sube y baja de los autobuses, entra y sale de estaciones de subte, una movida cultural muy importante se genera allí en la calle atestada de teatros, salas de cine y el hall of fame de los argentinos. Sé que me molesta todo el tumulto de esa gran avenida, pero no puedo evitar la tentación de pasar por todas las librerías que la copan, librerías grandes llenas de olor a libros nuevos y no tan nuevos que me embriagan de amor por Buenos Aires. Una mano me agarra el hombro desde atrás y asustada me doy vuelta, es Antjie Krog saliendo de una librería. “Excuse me, ¿are you from Colombia?” “Yes.” Ella necesitaba un pequeño favor y yo le pedí una entrevista.

Antjie Krog se inició como poeta y desde su adolescencia publicó varias obras en esta narrativa, ¿sigue siendo este género literario el predilecto? Me considero una poeta. Creo que los poetas no se hacen, los poetas nacen. Y nada me sale tan bien como escribir poesía. Pero no puedes vivir de la poesía, por lo que debes hacer otros trabajos, para sobrevivir.

En una de las sesiones de la cátedra, en la que se busca el diálogo entre literaturas del sur, Krog navegó por la diversidad poética que ofrece Sudáfrica, la multiplicidad de lenguas y las formas de concebir el universo marginadas por el eurocentrismo literario. Todo empezó en mi niñez. Crecí con una anciana negra que contaba historias, y las historias eran completamente diferentes a cualquier historia con la que hayas crecido. Por ello, siempre tuve la impresión de que hay otro mundo viviendo en alguna parte y que no sale a la superficie. Y comencé a escuchar hablar sobre la poesía de Elogio, pero nadie sabía qué estaban diciendo y tuve curiosidad en cuanto a si era bueno o malo, si era interesante, cuáles son las técnicas que usan, si eran distintas a las mías. Pero, básicamente, cuando tomé más fuerza fue cuando vivía en un pequeño pueblo y era maestra en una escuela para negros, estaban apoyando la liberación de Nelson Mandela en esa zona, y me pidieron que vaya y lea un poema. Y estaba totalmente preocupada. Yo no doy presentaciones, no leo mi trabajo en público. Y allí había otros poetas indígenas que también presentarían su trabajo. Y me enseñaron, sabes, me decían “di esto”, “sí, fuerte”, por lo que me adentré en otra poesía y por medio de ellos me di cuenta de que estaba en lo correcto.

Partiendo de la premisa de dar relevancia a las creaciones literarias que se han hecho en Sudáfrica mucho antes del proceso de colonización, la escritora ha traído a la discusión el aporte de la literatura indígena a su país. Creo que es extremadamente relevante e importante, debido a la severidad del apartheid y la opresión. La literatura negra escrita no es parte de la vida diaria. Los jóvenes se están conectando con la literatura inglesa e incluso con la literatura africana, para hacer rap. Los afroamericanos están escribiendo, pero no en cuanto a lo que se ha escrito en sus propios idiomas, por lo que espero que esto se convierta en parte de la fibra.

Después de conocer la literatura de Elogio, Krog reconoce haberse dejado influenciar por la misma en su propia obra. Sí, inmensamente en cuanto al proyecto de traducción. Comencé a escribir poesía de Elogio. Escribí un poema de Elogio cuando falleció Mandela. También escribí un poema de Elogio para Tutu y lo traduje al Xhosa. Por lo que sí, me ha influido mucho.

A partir de entonces, la escritora se ha adentrado en el trabajo de la traducción de poemas en lenguas originarias al afrikáans y el inglés. Conversando un poco sobre la condición política de la traducción de estos poemas, nos contó que es políticamente incorrecto. Está mal hacerlo porque hace algunos años, los misioneros, cuando llegaban a las comunidades, trataban de obtener de ellas lo siguiente: “¿Cuál es su poesía?” “¿Cuál es su idioma?”, y luego usaban eso para convertirlos en cristianos o para oprimirlos. Así que hay una sospecha cuando quieres traducir desde la lengua indígena. “¿Por qué?” “¿Qué están sacando de esto”? “¿Por qué quieren hacer esto?” y es verdad que tengo un objetivo, pero no es cambiarlos, sino educarme a mí misma. Tú sabes, Sócrates diría “una vida no examinada no merece la pena ser vivida”. Por ello, esto es parte de examinar mi vida.

Muchos escritores han incluido en su experiencia profesional el periodismo, Antjie Krog no ha sido la excepción ¿Por qué emprender la tarea del periodismo? ¿El periodismo? Para ganar dinero. Cuando vivía en un pequeño pueblo, enseñaba, y luego cuando me mudé a la ciudad… Era muy difícil vivir en un pueblo pequeño bajo la persecución policial. Así que después de un tiempo, me fui con mis hijos a la ciudad. Y en la ciudad me convertí en periodista. Y bueno, ahora soy profesora. Gano dinero en la universidad. No, tienes que trabajar. No puedes vivir de la poesía.

De esta experiencia periodística surge un libro como Country of My Skull. La escritora nos contó cómo fue el proceso. Comencé como periodista para trabajar en el Parlamento. El Parlamento arma la legislación y yo informaba sobre tal legislación, era periodista de radio. Por este motivo, cuando comenzó la Comisión, necesitaban un equipo de radio en todos los idiomas, y me nombraron jefa del equipo. Así que estuve a cargo de nueve periodistas en distintos idiomas. Si eras una víctima, estabas bien informado debido a todos los idiomas que había. E hicimos eso durante tres años. Seguimos la Comisión.

Conversamos sobre la coyuntura política colombiana, la posibilidad de un acuerdo de paz con comisiones de verdad y reconciliación con las FARC. ¿Cuál es el rol del periodismo alrededor de este hecho? Hay dos cosas que diría y una sería no informar de manera selectiva. Decidir, no voy a hacer esto o no voy a hacer aquello. Y la otra también es siempre leer material relacionado. Yo lo hice en las audiencias, vinieron muchos académicos y me dijeron “debes leer The Body in Pain”, “tienes que leer el artículo El efecto de la tortura sobre el lenguaje”. Y lo leí porque cuando informas algo tienes un trasfondo más amplio. Debes comprender más allá de las palabras lo que está ocurriendo aquí. Y aparentemente en Colombia las audiencias van a ser abiertas. También pensamos que tal vez habría hechos de violencia alrededor de las comisiones, pero no los hubo. Algunas veces, si les prometes a los perpetradores que todo va a terminar, se encuentran aliviados cuando cuentan lo que sucedió, se quieren sacar el peso de encima, algunos de ellos.

¿Hubo oposición de parte de sectores radicales a la Comisión? En Sudáfrica no todo el mundo estaba conforme con la política de perdón y reconciliación impulsada por Madiba. En uno de los apartes de Country of My Skull, se menciona la polarización en la opinión pública frente a la Comisión. “Las reacciones de los sudafricanos blancos a las revelaciones de la Comisión de la Verdad pueden dividirse en dos grupos: hay quienes niegan categóricamente toda responsabilidad y siempre aducen a razones para rechazar la Comisión y considerarla una gran pérdida de dinero. También están quienes se sienten profundamente comprometidos, emocionados y al tiempo imposibilitados de hacer frente a las atrocidades de la situación”. La situación política colombiana atraviesa un proceso similar frente a los acuerdos de paz ¿Por qué es tan difícil pensar en el Perdón? La venganza, aunque no siempre es así. En general, las víctimas son más comprensivas. Son los demás los que no quieren comprender. Y a veces, hay otras personas que interfieren tanto, que terminan convenciendo a las víctimas. Diciéndoles lo que deben hacer, hay una carga extra por lo que no puedes sanar, debido a la venganza.

En la construcción de ese “nosotros” para los sudafricanos, ¿hasta dónde el reconocimiento y la verdad les llevan a la reconciliación y el perdón con el otro? El perdón llega cuando no buscas venganza. Y dices que quieres la verdad, “por favor, solo dinos qué ocurrió”. Porque las víctimas quieren escuchar cómo vivió su hijo sus últimos momentos, si tal vez pensó en sus padres. Si te lo dicen tal vez puedes empezar a curar a partir de este momento. Por lo que la verdad es mejor que nada. Y es el momento que tienes para pensar que puedes lidiar con el proceso y comenzar a sanar. Entonces, ¿se trata del Ubuntu? Ubuntu significa que no hay diferencia entre el perdón y la reconciliación. Uno va pegado al otro. Comienzas a perdonar y luego te reconcilias. Comienzas a reconciliar y luego perdonarás.

Aunque Sudáfrica es un país con desafíos políticos todavía muy grandes en cuanto a la distribución de la riqueza y la superación definitiva de la violencia del Apartheid, logró darle al mundo lo que ningún juicio ni comisión de la verdad habían conseguido: la reparación colectiva del tejido social, el reconocimiento de la humanidad del otro para poder seguir siendo humanos todos. En palabras de la autora:

Quiero decirlo de un modo más sencillo. Quiero que lo escriba mi mano. Por todos nosotros. Por todas las voces. Por todas las víctimas.

Por ustedes / Este país ya no está entre nosotros sino dentro / respira en calma / después de haber sido herido / en la gloriosa garganta […] De mi alma la retina aprende a expandirse / cada día a través de mil historias / me quemé / nueva piel / Nunca seré la misma. Quiero decir: Perdónenme, perdónenme, perdónenme. A quienes les hice mal les pido: Por favor llévenme / Con ustedes.

[i] En Country of My Skull, de Antjie Krog.