Sobre «De l’autre côté» de Chantal Akerman
Por: Mónica Szurmuk
Imagen: Fotograma de De l’autre côté
Vídeo: fragmento de De l’autre côté autorizado por Sylviane Akerman
La prestigiosa crítica Mónica Szurmuk presenta el largometraje documental De l’autre côté (2002), de la cineasta belga Chantal Akerman, sobre la frontera mexicana-estadounidense. Akerman recoge testimonios de ambos lados de la frontera en un movimiento que evidencia las contradicciones identitarias propias de toda zona de contaminación y pasaje. Szurmuk se enfoca en una escena, aquella en que la supuesta naturaleza de la frontera y sus (sin)razones quedan abiertamente desmanteladas.
A principios de la década del 2000, la cineasta Chantal Akerman pasó varios meses en la frontera de Sonora, en el norte de México, filmando entrevistas con personas que habían perdido un ser querido en el cada vez más riesgoso cruce hacia los Estados Unidos. Luego traspasó la frontera y entrevistó a quienes vigilan a los que cruzan, los cazan, los controlan. De un lado en castellano, del otro en inglés, con acento fuertemente francés en ambos idiomas, la voz en off de Akerman guía estas entrevistas mientras la cámara registra los kilómetros de desierto, la luz que ilumina el vacío, la mirada a través de la mirilla de un arma larga que encuadra al migrante transformado en presa. La película se llama De l’autre côté ─del otro─ lado referencia deíctica que señala a los que están atravesados por la frontera, a quienes la línea les amputó un ser querido y los dejó siempre con la mitad de la vida, de la experiencia y de la lengua. El paisaje del cruce es inhóspito y desierto desde que las otras fronteras por río, por el mar y por la traza urbana se han vuelto cada vez más impenetrables.
La escena que recortamos sucede en el inicio del otro lado. Son los primeros kilómetros de la autopista 5 en el condado de San Diego, el comienzo de la vía que finaliza en la frontera canadiense con un monumento que celebra la hermandad entre Estados Unidos y Canadá. “Children of the Same Mother,” proclama este monumento; pero en esta frontera, la del sur, no se habla de hermandad sino de extranjería, robo, ultraje. Las palabras que cierran el film lamentan el vínculo madre-hijo violentamente rebanado por la frontera.
En off, la voz de Akerman relata en francés la búsqueda de la madre de David, uno de los entrevistados. Es un testimonio desajustado en tiempo y lengua. Mientras que la cámara encuadra el movimiento por la autopista como si fuera un vehículo más que avanza de sur a norte rumbo a Los Ángeles, la voz narra los resultados frustrados de la pesquisa realizada en esa ciudad. La madre de David no aparece, solo quedan rastros─ “traces”, en francés. Un granito de arena luego de una tarde en la playa, un leve perfume, el calor de un departamento despojado. El francés traduce parcialmente testimonios brindados en castellano y en inglés, pero la incompletud de la traducción no es más (ni menos) que la marca de la frontera, el espacio liminal de ruptura, que desde lo político se impone en lo corporal.