Glaxo, de Hernán Ronsino, como (contra)ejemplo de la “nueva literatura latinoamericana”
Por: Joana Zabel*
Imagen: Martín Bertolami
Según el escritor Jorge Volpi, la literatura latinoamericana ha muerto: los nuevos escritores no tienen rasgos en común, la etiqueta refiere más bien a una entelequia, “una agrupación artifical sin sustento”. Joana Zabel analiza la novela Glaxo, de Hernán Ronsino, teniendo en cuenta estas premisas y con la pregunta por la existencia y el carácter de la literatura latinoamericana contemporánea de trasfondo.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de la “nueva literatura latinoamericana”? Esta pregunta no tiene y probablemente nunca tendrá una respuesta definitiva. Ha sido motivo de interminables discusiones y reflexiones por parte de escritores y críticos literarios –porque existe, porque no existe, porque somos, porque no somos, porque Latinoamérica, porque España, porque el mundo… Uno de los críticos que, no obstante la complejidad de la cuestión, intenta encontrar una respuesta a ella es Jorge Volpi (2010), quien en el capítulo “América latina, holograma”, de su libro El insomnio de Bolívar. Cuatro consideraciones intempestivas sobre América Latina, muy rotundamente declara el fin de la literatura latinoamericana. Manifiesta que “hay que aceptar, al final, que no hay rasgos compartidos, que la literatura latinoamericana es, de manera irremediable, una entelequia, una agrupación artificial sin sustento” . Lo curioso es que Volpi, aunque convencido de la inexistencia de la nueva literatura latinoamericana y mostrándose opuesto a cualquier categorización o asignación de etiquetas que puedan reducir la literatura a algo que no es, se esfuerce por encontrar nuevas formas de clasificación, puntos de encuentro y semejanzas. Entre ellas, destaca la actitud apolítica de los nuevos escritores latinoamericanos, contraria al compromiso político que mostraban los novelistas de los siglos XIX y XX, el carácter posnacional de la literatura, los escritores apátridas y el punto de vista cambiado que adoptan los escritores con respecto a sus países. Expone que “si bien ninguno reniega abiertamente de su patria, se trata ahora de un mero referente autobiográfico y no de una denominación de origen”.
En la misma línea, Volpi percibe también la relación de los nuevos escritores con los “grandes” de antes: mientras que los escritores que siguieron inmediatamente al boom se caracterizaban por el deseo de distanciarse de este y lo sentían como una sombra que los perseguía en todo momento, los escritores de hoy tienen “una relación con el Boom nada traumática, casi diríamos natural: todos admiran a García Márquez y a Cortázar, […] pero del mismo modo en que se rinden ante escritores de otras lenguas […]; ninguno siente la obligación de medirse con sus padres y abuelos latinoamericanos, o al menos no sólo con ellos”
Desentendidos, así, de una identidad específicamente latinoamericana, los nuevos escritores latinoamericanos, según Volpi, producen obras de un carácter más universal, desprovistas de marcas locales, redactadas a menudo desde el extranjero y a veces, incluso, en inglés, y publicadas, casi siempre, en alguna de las editoriales españolas que prometen un alcance y círculo de lectores más amplios. Basta revisar obras como El viajero del siglo (2009), del escritor argentino/español Andrés Neuman, novela situada en un lugar imaginario de la Alemania del siglo XIX y escrita en un castellano neutro, para darse cuenta de que el tipo de literatura latinoamericana que describe Volpi ciertamente existe. No obstante, hay otras novelas latinoamericanas contemporáneas –y muchas– que parecen desmentir sus conclusiones.
Una de ellas es Glaxo, del escritor argentino Hernán Ronsino. Es una novela que, si nos importara clasificarla por género, podría situarse quizás en algún lugar entre la novela histórica, la novela social y la novela policial. Presenta la historia de un crimen pasional entrelazado con engaños y traiciones, cuyo argumento se construye a partir de una pluralidad de voces que, respectivamente, relatan la trama desde la primera persona. Los cuatro narradores –Vardemann, Bicho Souza, Miguelito Barrios y Folcada– representan a la vez los protagonistas del relato, el cual se desarrolla anacrónicamente por medio de monólogos ubicados en cuatro años diferentes (1973, 1984, 1966, 1959), pero situados en un escenario común: la periferia de un pueblo bonaerense.
En Tesis sobre el cuento. Los dos hilos: Análisis de las dos historias (1999), Piglia examina el doble sentido de los textos narrativos, sosteniendo que un relato siempre cuenta dos historias y analizando las distintas formas en que estas se expresan. Una de estas formas, que Piglia atribuye a los cuentos clásicos, pero que también refleja el modo en que está narrada Glaxo, es la de relatar una historia en primer plano y construir otra, una historia secreta, “narrad[a] de un modo elíptico y fragmentario”, en un segundo plano. Piglia señala la importancia de la segunda historia, retomando la teoría del iceberg de Hemingway, la cual destaca que lo esencial queda bajo la superficie: “La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión”. Esto es precisamente lo que ocurre en Glaxo y es una de las características que demuestran la importancia del contexto nacional y cultural para la novela: mientras que el primer plano consiste en el relato en sí, es decir, en la historia personal de los protagonistas de la novela, el segundo plano, abordado solo implícitamente por medio de guiños históricos, como una cita de Rodolfo Walsh en el epígrafe y algunos comentarios de los protagonistas, representa la historia argentina real y colectiva.
Para Glaxo, entonces, el contexto nacional es de gran relevancia. Sería difícil sostener que para Ronsino la tradición cultural y política de su país de origen sea “un mero referente bibliográfico”, como sostiene Volpi.. Factores como el escenario y las temáticas principales de sus novelas, tanto como las marcas regionales del lenguaje y la decisión de publicar sus obras en una editorial argentina independiente (Eterna Cadencia), sugieren que el autor se identifica con determinadas tradiciones literarias regionales y que se construye como escritor desde esa identidad.
Conforme con las observaciones de Volpi sobre la relación natural de los escritores nuevos con los de antes, Hernán Ronsino parece tener un buen vínculo con los escritores del pasado. De hecho, busca relacionarse con ellos explícitamente en los epígrafes de sus novelas, en los que cita, entre otros, a Juan Carlos Onetti, Charles Baudelaire y Carlos Mastronardi. Glaxo también inicia con un epígrafe, que tendrá un gran significado para toda la obra y consiste en el siguiente pasaje tomado de Operación masacre, de Rodolfo Walsh:
«Fulmínea brota la orden.
– ¡Dale a ese, que todavía respira!
Oye tres explosiones a quemarropa. Con la primera brota un surtidor de polvo junto a su cabeza. Luego siente un dolor lacerante en la cara y la boca se le llena de sangre. Los vigilantes no se agachan a comprobar su muerte. Les basta ver ese rostro partido y ensangrentado. Y se van creyendo que le han dado el tiro de la gracia.»
Como bien reconstruye Julio Premat en su artículo Rostros partidos, rastros perdidos. Violencia y memoria en Glaxo (2014), Operación masacre es un relato histórico novelado, escrito por Rodolfo Walsh y publicado por primera vez en 1957, que documenta la ejecución de un grupo de civiles peronistas por orden del gobierno de facto en un basural de la localidad bonaerense José León Suárez en junio de 1956, algunos meses después del derrocamiento de Perón. Al menos siete de las víctimas sobreviven –hecho que en el momento pasa desapercibido, como demuestra la cita– y logran escaparse. Sus testimonios forman parte del libro de Walsh.
Rodolfo Walsh, además de haber escrito Operación masacre, guarda otra relación con Glaxo. La novela alude a dos momentos históricos significativos: los fusilamientos de José León Suárez, en 1956, y la última dictadura militar, entre 1976 y 1983. Walsh vivió ambos momentos y, aparte de Operación masacre, publicó varios otros escritos políticos. El último, Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, en el cual denuncia el terrorismo de Estado por parte de la dictadura militar, terminó por costarle la vida. De este modo, la importancia de Rodolfo Walsh para Glaxo no se limita a la relación intertextual con Operación masacre, sino que se extiende también a la narración (implícita) de la dictadura de la cual Walsh fue víctima.
En relación con su hipótesis sobre las nuevas formas de los escritores latinoamericanos contemporáneos de vincularse con sus países de origen (o, más precisamente, de desvincularse de ellos), Volpi pone de relieve la actitud sumamente apolítica de estos. Expone que “América Latina continúa siendo una de sus preocupaciones fundamentales, sólo que su obsesión está desprovista del carácter militante de otros tiempos” . Con respecto a Glaxo, esta afirmación es solo parcialmente válida. Es cierto que la politicidad de la narrativa de Ronsino no se exhibe de manera tan abierta y evidente como quizás ocurre en algunos escritores de antaño. Sus novelas tienen un carácter que se describiría mejor como reflexivo que como subversivo; más que una denuncia, proporcionan una interpretación de la sociedad y sus estructuras y dinámicas. No obstante, sería equivocado clasificar a Ronsino como apolítico. La referencia a Rodolfo Walsh, por ejemplo, puede comprenderse como una manifestación del compromiso político del escritor con la literatura, uno que no pierde de vista sus complejos enlaces con la historia y la realidad. Citando a Walsh, Ronsino no solo hace referencia a un acontecimiento histórico para situar al lector en el tiempo y el ambiente en que se desenvolverá el argumento de la novela, sino que también recuerda y honra los actos de una persona real que estuvo presente en aquel momento, haciéndole frente a la violencia y opresión de los distintos gobiernos de facto y pagando, finalmente, con la vida.
La elección del tema de la memoria como elemento recurrente en las tres novelas de Ronsino (La descomposición, 2007, Glaxo, 2009, Lumbre, 2013) también puede entenderse como una expresión política. La referencia a la historia argentina está más clara en Glaxo, pero la pregunta por la memoria y el significado de la historia están presentes también en sus otras dos novelas. Vale destacar la importancia que este tema ha adquirido tanto en ámbitos políticos como en la sociedad argentina en general durante la última década, a raíz de la reapertura de los juicios por delitos de lesa humanidad, las marchas anuales del Nunca Más y el trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo. Es presumible que esta coyuntura también haya sido parte de lo que motivó a Ronsino a incluir esta temática en su narrativa.
Finalmente, cabe mencionar el trabajo del escritor en la revista Carapachay, fundada en 2015. Como se puede leer en el primer editorial, Carapachay, o la guerrilla del junco, escrito por Guiñazú, Ronsino y Russo (2015), la revista se posiciona en una línea política kirchnerista y aspira a formar un modo de resistencia que sirva para defender los logros ya alcanzados (probablemente refiriéndose a las acciones del gobierno kirchnerista entre 2003 y 2015) y enfrentar nuevos desafíos. Se propone, además, “rescatar de entre los detritos y sedimentos de la historia a aquellos textos y autores que conforman las arterias de aquello a lo que llamamos patria”. Sobra evidencia, entonces, de la actitud política y la preocupación por lo nacional por parte de Ronsino, completamente opuesta a la imagen del escritor apolítico y desarraigado que describe Volpi.
En conclusión, Glaxo es todo lo que Volpi sostiene que ha desaparecido de la literatura latinoamericana: una novela con fuertes marcas locales, con un estilo fragmentado y anti lineal, que se ocupa de la historia nacional reciente, escrita por un autor comprometido con la política y que se inscribe voluntariamente en una tradición literaria signada como nacional. Obviamente, el ejemplo de una sola obra latinoamericana contemporánea que no concuerda con las observaciones de Volpi no basta para declarar inválido su análisis. Glaxo podría constituir muy bien la famosa excepción que confirma la regla. Para poder juzgar la certeza o equivocación de las hipótesis que plantea Volpi, habría que examinar un corpus amplio de textos y escritores de distintos países. Sin embargo, el ejemplo de Glaxo puede servir para demostrar que Volpi no representa al total de los escritores latinoamericanos y que la diversidad que él destaca como la “nota más dominante de nuestras letras” parece ser aún más amplia de lo que cree.
*Nació en 1992 en Alemania. Entre 2012 y 2015 estudió traducción en la Universidad Nacional de Córdoba. Desde principios de este año cursa un profesorado de inglés y español en la Universidad de Colonia.