Presentación del Programa Sexo y Revolución. Memorias feministas y sexo-genéricas

  Por: Laura Fernández Cordero

Portada: Algunas de las publicaciones del acervo de la Biblioteca/Hemeroteca del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI/UNSAM)

 

En su texto presentado durante el encuentro El Silencio interrumpido. Escrituras de mujeres en América Latina Laura Fernández Cordero hace un recorrido que va desde los orígenes del CEDINCI, pasando por la creación de la Biblioteca de Mujeres, para llegar hasta el recién creado Programa de memorias feministas y sexo-genéricas.


 

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Imagen elegida para identificar el Programa «Sexo y Revolución. Memorias Políticas Feministas y Sexo-Genéricas» del CeDInCI, tomada del Frente de Liberación Homosexual.

Si la escritura es ese momento de osadía en el que se interrumpe el silencio, otro momento de interrupción es, sin dudas, el archivo. Pero en ese caso lo que se interrumpe no es tanto el silencio como la agitación del sentido; se trata, por un momento, de detener e interrumpir para crear un sentido nuevo: esto merece ser guardado.

Las operaciones son variadas. Está quien recorta con tijerita. Quien toma notas en fichas. Quien asume el diario íntimo o la libreta de anotaciones existenciales. También quien compila cartas, incluso con el cuidado de copiar las propias, como para mantener la ilusión del diálogo. No falta quien apila cajas de manera desprolija, pero con la seguridad de que allí hay algo que merece resguardo. Pueden ser fotos. Sonidos en viejos cassettes. O hasta un pin. Seguro: panfletos y volantes. Breves papeles que pueden llevar marcas del pisoteo de la manifestación que les dio vida. Hay quienes coleccionan revistas, las extensas y las que mueren al primer número. Se guarda también el folleto fugaz, la fotocopia de la fotocopia de la fotocopia. Los manuscritos, las pruebas de galera, las notas del libro que nunca salió. Una entrada de teatro. El programa de un cine barrial. Las hojas abrochadas, atadas entre sí con un infame gancho que terminará destilando óxido.

Las personas que trabajan en las Áreas de Archivo, Biblioteca y Hemeroteca del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas saben de esto mucho más que yo. Lidian y disfrutan la pasión coleccionista de quienes nos donan sus preciados papeles personales. Estoy hablando del CeDInCI cuya presentación oficial dice:

“El CeDInCI es un centro de documentación (biblioteca, hemeroteca y archivo) dedicado a la preservación, conservación, catalogación y difusión de las producciones políticas y culturales de las izquierdas latinoamericanas, desde sus orígenes en la segunda mitad del siglo XIX hasta la actualidad. Su acervo contiene materiales de diferentes expresiones de izquierda (anarquismo, socialismo, comunismo, trotskismo, maoísmo, guevarismo, nueva izquierda, nacionalismos revolucionarios, etc.), movimientos sociales (movimiento obrero, estudiantil, de mujeres, derechos humanos, movimiento campesino) y grupos artísticos e intelectuales. Posee además importantes documentos y colecciones bibliográficas y hemerográficas de otras corrientes y familias políticas (liberalismo, radicalismo, conservadurismo, democracia cristiana, cristianismo social, peronismo y otros nacionalismos latinoamericanos). Desde la inauguración de su primera sede en abril de 1998, ese acervo inicial creció sustancialmente a través de algunas compras y, fundamentalmente, de donaciones (a razón de unas cien por año).”[1]

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Fondos personales del acervo del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI/UNSAM)

De esto les estaba hablando, precisamente. Entre aquellos centenares de donaciones, llegaron un día, hace ya más de diez años, las cajas coloridas de Alba Petrúngaro. Fue lógico para las autoridades de ese entonces pedirles una primera exploración a las integrantes de un grupo que se reunía a estudiar en su sala y que se llamaba a sí mismo feminista. Al fin y al cabo, éramos mujeres, tanto como Alba Petrúngaro quien parece haber tenido una suerte de revelación al conocer a otra mujer, Alicia Moreau y, desde entonces, dice su ficha biográfica: “se dio a la tarea de documentar con libros, folletos, revistas, recortes periodísticos, banderas, afiches, fotos, videos, cassettes, etc., todo lo relativo a la historia de las mujeres en la Argentina. Dirigió además una Biblioteca de la Mujer.”[2]

Cuando ahí se dice “todo”, no deberíamos tomarlo a la ligera. Había cajas predecibles y cajas inesperadas. Dado que MUJER era la medida de todas las cosas, pues todas las cosas del mundo podían asociarse: Mujer y Humor, Mujer y Política, Mujer y Deportes, Mujer y Arte… y la mejor: Mujer y Caballos. Sí. Allí estábamos divertidas y, a la vez, admiradas por la tarea de Alba, a quien ya creíamos conocer. Yo no me pregunté mucho más. Celebré que sus libros se unieran al acervo y descansé en que el equipo profesional del CeDInCI sabía lo que hacía al etiquetar aquellos materiales.

Efectivamente, a partir de esa donación se creó la “Biblioteca de Mujeres” y allí se fueron sumando “títulos referidos a la historia de las mujeres, la historia de la vida cotidiana, la historia del feminismo y los movimientos de mujeres, así como literatura referida a temáticas como los debates públicos acerca del derecho al matrimonio civil, el divorcio, el aborto, etc.”[3]

Muchos años después, unas jornadas tituladas “Historia, mujeres y archivos. Un debate con perspectiva presente-futuro” me dieron la posibilidad de volver a pensar sobre las cajas coloridas de Petrúngaro y de relatar la breve historia de otras dos donaciones.[4]

Un día llegaron los papeles de Herminia Brumana. ¡Qué fiesta! Como saben, Brumana fue una maestra y escritora vinculada al anarquismo, nació con el siglo XX y murió en 1954 luego de escribir varios libros.[5] Una intelectual muy activa cuya trayectoria ofrece una interesante entrada en los periódicos libertarios de los años veinte y el mundillo intelectual de los años treinta y cuarenta. Eran pocas cajas, aunque muy valiosas; contenían carpetas con recortes sobre su obra. Reescrituras y correcciones. Algo que parecía un manuscrito sobre su desempeño profesional como maestra. Más manuscritos de libros y notas sobre su trabajo. Muchas cartas de comentarios y agradecimientos por el envío de ejemplares, noticias de reseñas y misivas ligadas a su experiencia como maestra.[6]

Pese a la riqueza del material, recuerdo haber sentido cierta decepción. ¿Por qué? ¿Qué esperaba encontrar? Pronto me di cuenta, sí, esperaba algunas cartas más personales, privadas o, tal vez, qué tesoro: su diario íntimo. Las escritoras nos han acostumbrado a eso, a degustar en memorias publicadas en vida o en escritos privados editados tras sus muertes, las huellas de su intimidad, las marcas de sus batallas con los mandatos del género, los secretos celosamente guardados de sus amoríos. Sin embargo, el ahora recién creado Fondo Herminia Brumana ofrecía sólo elementos para acceder a su vida pública y a su labor intelectual, nada menos.

Otro de los Fondos Personales que guarda el CeDInCI sí me da lo que esperaba: una libretita roja fechada, agosto-diciembre 1938. En la entrada del jueves 10, leo:

No consigo salir aún de mi estado lamentable. Pienso a ratos en que no me queda otro remedio que volverme e intentar durante tres o cuatro años meter en un libro mi experiencia argentina de un cuarto de siglo. Hacer un verdadero libro tal como entiendo que debe ser un libro ahora. Los que llevo escritos no son libros desde un punto de vista esencial.  No es cosa fácil hacer un verdadero libro. Cada diez años sale aquí un verdadero libro y quizá es mucho decir todavía. Me siento tan poquita cosa!

Les pido que imaginen por un instante la figura que escribe esas palabras con letra nerviosa. ¿No están pensando en una mujer? ¡Digan que sí! Así yo les digo que, sin embargo, pertenecen a Samuel Glusberg, editor y escritor argentino, responsable de la revista Babel y de muchos otros emprendimientos culturales en nuestro país y en Chile.[7] Dispuestos prolijamente en varias cajas hay decenas de cuadernos y libretas, un diario personal que va, aproximadamente, desde 1925 a 1978. Estamos ante un diario íntimo de un varón que se completa con gran cantidad de correspondencia personal.[8]

¡Cómo nos gusta leer a otros y otras! Aunque no hay como leerse a una misma: mi reacción ante los fondos ponía en evidencia los prejuicios de una mirada afortunadamente entrenada por el feminismo, la historia de las mujeres, y los estudios de género. Sin embargo, proponía en aquellas jornadas, la decepción ante el fondo Brumana y la sorpresa ante el fondo Glusberg eran posibilidades para pensar tensionando esa mirada. Por ejemplo, ver que el sentimiento expresado por Glusberg habla de un estado psicológico, pero, también, hipotetizar sobre los mandatos que pesan sobre un hombre que incursiona en un mundo de otros hombres, en este caso, el campo intelectual. Su socialización como hombre le ha enseñado a competir, a demostrar fuerza, a no dudar, a no fallar. Escribir insuficientemente o no escribir un libro “verdadero” no encuentra disculpas, y lo hace sentir “tan poquita cosa”, así, en diminutivo. Si avanzamos sobre su diario en esta clave, son muchas las preguntas que podríamos ensayar a fin de encontrar diferentes hipótesis de lectura para la trayectoria intelectual de un hombre: ¿Cómo organiza su vida doméstica?, ¿Cómo afecta su paternidad su proyecto intelectual y laboral?, ¿De qué modo impacta su vida afectiva en sus decisiones de trasladarse a otro país?, ¿Es posible observar si sus estados de ánimo condicionan su actuación pública?, etc.

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Detalle de la Biblioca de Mujeres del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI/UNSAM)

 Se trata simplemente de dirigir algunas preguntas, recurrentes en los estudios sobre mujeres, a la experiencia de un varón intelectual; lo cual permite pensar que algunas variables no son “cosas de mujeres” ni resultan pertinentes sólo cuando se las estudia a ellas. Al contrario, queda mucho por decir del cruce entre la domesticidad o la paternidad y la trayectoria intelectual de un varón, por ejemplo. De otro modo, contamos con más cantidad de mujeres en el panteón de la historia de los intelectuales, pero la mismísima tarea intelectual continúa, en muchos casos, siendo caracterizada por un quehacer abstracto, digno de elegidos, independizada de toda otra actividad terrenal. Más aún, el intelectual persiste como una figura ahistórica, sin cuerpo y sin sexo, que es origen de un pensamiento universal, neutro, no situado. Y no son sólo disquisiciones filosóficas, hoy en términos concretos, sólo para poner un ejemplo que conocemos, el CONICET considera que el cuidado de los hijos está a cargo exclusivamente de las investigadoras, únicas posibilitadas de pedir licencia extendida o prorrogar informes.

Vuelvo a los fondos. ¡Qué poco inocente se revela el ejercicio del etiquetado! Cuando se constituyó el maravilloso Fondo José Ingenieros en el CeDInCI no se creó, obviamente, ninguna Biblioteca de Hombres. En gran parte porque, a diferencia de las escrituras de las mujeres no necesitan mayor visibilización ni disputas para integrar los cánones ni homenajes “como hombres” que den valor a las obras. Nadie creyó que los temas que describían su fondo eran “particulares” ni “específicos” porque, como ya sabemos, la Filosofía, la Historia, la Política y hasta objetos como “América Latina” son caros asuntos del saber universal.

No me queda más que traer una cita de las muy obvias y es de Virginia Woolf, quien reclamaba con fina ironía: “¿No podrían añadirle un suplemento a la historia, dándole, por supuesto algún nombre discreto, de modo que las mujeres puedan figurar allí sin que fuera impropio?”[9] Como sabemos tanto como ella, la incorporación de las mujeres en la historia y en la historiografía, en las universidades, en los archivos y en la novela es un apasionante descalabro en esos espacios. El nuevo relato no logra contenerse bajo un nombre discreto, una secretaría específica o una oficina propia. Tampoco tras una etiqueta.

Por eso, cuando hace pocos meses recibimos la hermosa noticia de que Sara Torres, histórica feminista y conocida por su cultivo del vicio del archivo, nos exigía para comenzar a donar sus cajas, cajitas y carpetas se nos daba otra oportunidad para leernos y pensarnos en el archivo. A esa noticia siguieron otras igual de buenas, las traía Juan Pablo Queiroz quien nos contactaba con militantes de la causa gay y feministas que deseaban encontrar un destino seguro para sus memorias individuales y colectivas.

El CeDInCI ya sabía algo acerca del rescate y la preservación de papeles indeseables para los archivos estatales, aquellos dignos de razzias y capturables por el celo policial y el fuego de las censuras. Pero se trataba ahora de otro desafío: brindar mayor espacio a las letras revulsivas de los feminismos, los activismos homosexuales y gays en todo su arco, la visibilización revolucionaria lesbiana, el jaque radical de las identidades trans… y sus respectivas, efímeras e intensas relaciones con las izquierdas.

Como imaginarán, este enorme desafío es mejor encararlo en buena compañía por eso nos aventuramos en la creación de un Programa de memorias feministas y sexo-genéricas, que tiene por nombre corto la consigna que enarboló el Frente de Liberación Homosexual, y que en su hospitalidad utópica nos contiene: Sexo y Revolución.[10]

La compañía y el apoyo tomó forma en una colectiva asesora que componen: Mabel Bellucci, Virginia Cano, Nicolás Cuello, Fernando Davis, Lucas Morgan Disalvo, Francisco Fernández, Marcelo Ernesto Ferreyra, María Luisa Peralta, Juan Pablo Queiroz, Emmanuel Theumer, Catalina Trebisacce y Nayla Vacarezza.

En cuatro meses, este grupo que tengo el gusto de coordinar fue la vanguardia de una modesta pero definitiva revolución interna. Primero llegaron donaciones con las que se crearon nuevos fondos personales. El de Sara Torres trajo invaluables huellas de la militancia feminista de los años setenta y ochenta. El de Sam Larson publicaciones del pionero activismo LGTB de América Latina. El de Marcelo Manuel Benítez trajo las peripecias de la construcción política de los homosexuales en el contexto de la dictadura cívico militar y vino, además, con alucinantes ilustraciones. Y un fichero que es la prueba de la locura clasificatoria. Benítez anotaba todo caso de represión sobre la comunidad homosexual y travesti, así como notas y entrevistas a modo de un proto clipping.

El fondo creado a partir de la donación de Marcelo Ernesto Ferreyra nos acerca los avatares del activismo gay y nos impone una novedad, ahora debemos aprender a guardar archivos digitales, un material intangible que Marcelo ordenó con sistematicidad obsesiva durante años. A través de él, nos llegan los fondos de Oscar López Zenarruza quien supo resguardar la memoria gay jujeña. Y el de Eduardo Antonetti otro obsesivo participante de la CHA a cargo de la acción STOP RAZZIA por la cual registraba cada gesto represivo hacia la comunidad.

Mientras de recibían y catalogan los fondos —labor que quiero agradecer a todo el equipo, especialmente, a Horacio Tarcus, Karina Jannello, Verónica Tejeiro, Eugenia Sik y Virginia Castro—, la colectiva consensuó una serie de objetivos. En primer lugar, el Programa se propone visibilizar el material que el CeDInCI ya tiene disponible para consulta pública, explicitando sus denominaciones y colaborando en los procesos de búsqueda en nuestros catálogos.
En segundo lugar, se ofrece una escucha atenta a las personas interesadas en hacer donaciones y brinda asesoramiento en relación con el futuro, la conservación, las pautas de accesibilidad y consulta de sus papeles, revistas, fotografías y libros, con el fin de preservar materiales en riesgo de pérdida o que permanecen en archivos privados casi inaccesibles.

En tercer lugar, el Programa busca establecer y consolidar relaciones de cooperación tanto con otros archivos ya existentes, o en construcción, dedicados especialmente a las memorias políticas feministas y sexo-genéricas, como con otras propuestas de trabajo, consulta o interpretación de carácter institucional y/o activista, sobre los materiales disponibles dentro del CeDInCI.

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El fondo constituye un importante registro de las primeras organizaciones de gays y lesbianas argentinas en las décadas del 70 y el 80. Entre otros documentos destacados, el amplio fichero que releva notas de prensa clasificadas por temas y ordenadas alfabéticamente.

En cuarto lugar, se procura fortalecer el estudio y debate acerca de la relación de los movimientos de mujeres, los feminismos y los activismos sexo-genéricos con las izquierdas en todo su arco de expresión. Por último, se espera que el Programa se convierta en un espacio de trabajo concreto y de reflexión acerca de las memorias feministas y sexo-genéricas.

Estoy muy tentada de hacer alguna equivalencia fácil entre la diversidad de identidades y los diversos modos de la memoria, y pensar en sus trabajos creativos. Por ejemplo, en quienes bucean en las secciones policiales de los grandes diarios para construir una suerte de álbum gay y travesti que termina burlando esa violencia. Así, sus historias atraviesan el tiempo hasta llegar a este presente en el que nos sorprendemos en plena emoción y risa por el libro de actas que contabiliza las razzias y las fotos de los bigotazos policiales. Enseguida comprendemos aquellos dolores, pero no es sin una sensación de victoria empecinada.

Sabemos que está muy mal espiar Facebook mientras se escribe, sin embargo, ese hábito me regaló un verso que no puede ser más apropiado. En el muro de Gustavo Pecoraro brillaba esta sola línea de Perlongher: «…Tan de reaparecer en los estanques donde hubimos de hundirnos…»

Entonces, ahora en el CeDInCI, archivar y etiquetar se traducen en una cantidad de acciones poco inocentes, perversitas, porfiadas. Ya dijimos, venir a interrumpir el fragor del sentido con un gesto de separación y refundación: estos papeles son ahora un Fondo Personal. Pero también herir el silencio de muerte que la humedad, el fuego, los deudos desprevenidos o maliciosos y el olvido mismo pueden imponer a algunos papeles. Y también reflotar, traer a la superficie, volver a embarcar aquello se quiso hundido. No sólo por los malos conocidos, sino, como se dice, en el mismísimo seno de las izquierdas patriarcales.

Guardar con pasión de amateur o archivar con suficiencia profesional es otra forma de escritura. Como todas, busca sus lecturas y se viste para la ocasión lectora porque nada tiene sentido sin esas nuevas miradas.  Es por eso que además de la clásica consulta en sala, el CeDInCI se le anima al ciberespacio y acaba de lanzar el Portal de revistas latinoamericanas AMÉRICALEE.[11] En esta plataforma virtual de libre acceso, el Programa ha incluido, hasta el momento, cinco revistas: Somos, Sodoma, Postdata, Persona y Mariel.

Para terminar, podrían preguntar ¿por qué el Portal tiene ese nombre?, ¿por qué AMÉRICALEE? Según parece el anarquista Severino di Giovanni decía a su amada, América Scarfó: “América lee, América lee…”. De ese mandato ella tomó el nombre para una mítica editorial libertaria y ahora el CeDInCI lo expropia para su portal. Ya sé lo que están pensando las feministas redomadas que debe haber en el público… me van a decir que no deja de ser un mandato, de esos que van con el dedo índice en alto. Y, para colmo, de un hombre hacia una jovencita que lo amaba contra todas las convenciones. Dándoles la razón debo decir entonces: muchas gracias Di Giovanni, no hacía falta, hace rato que leemos, guardamos y escribimos sin ningún permiso… y aquí estamos.

Notas:

[1] http://www.cedinci.org/institucional.asp

[2] http://archivos.cedinci.org/index.php/fondo-alba-petrungaro

[3] http://www.cedinci.org/bibtematicas.htm

[4] II Jornadas de discusión: “Historia, mujeres y archivos. Un debate con perspectiva presente-futuro.” (IEHS, Tandil, Facultad de Ciencias Humanas de la UNI-CEN, IGEHCS /CONICET (Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales), UER-ISHIR (Unidad Ejecutora en Red – Investigaciones Sociohistóricas Regionales). Tandil, 25 y 26 de septiembre de 2014.

[5] La biografía de Herminia Brumana (1901-1954) puede consultarse en:  http://archivos.cedinci.org/index.php/brumana-herminia-c;isaar

[6] Para una descripción del fondo: http://archivos.cedinci.org/index.php/fondo-herminia-brumana;isad

[7] La biografía de Samuel Glusberg (1898-1987) puede consultarse en: http://archivos.cedinci.org/index.php/glusberg-samuel;isaar

[8] Horacio Tarcus, Mariátegui en la Argentina, o las políticas culturales de Samuel Glusberg, El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 2002. Cartas de una hermandad. Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Ezequiel Martínez Estrada, Luis Franco y Samuel Glusberg, Emecé, Buenos Aires, 2009.

[9] Virginia Woolf, Un cuarto propio y otros ensayos, AZ, Buenos Aires, 1993.

[10] https://www.facebook.com/ProgramaSyRevolucion/

[11] http://americalee.cedinci.org/