Sobre la rebeldía, el encanto y los desafíos de huir, una lectura de «O céu de Suely» (2006) de Karim Aïnouz

Por: Lucía Belmes

Esta lectura sobre el segundo film del cineasta, guionista y artista brasileño, Karim Aïnouz, se detiene en la potencia que trae la protagonista del film desde sus acciones que cuestionan la cultura patriarcal en un pueblo pequeño del Nordeste de Brasil. El cielo abierto de Suely se revela en la decisión de aventurarse a un futuro incierto, partir para encontrar un lugar posible desde dónde empezar.


O céu de Suely (2006) es el segundo largometraje de Karim Aïnouz, director de Madame Satã (2002), Viajo porque preciso, volto porque te amo (2010), y A vida invisível de Eurídice Gusmão (2019), entre otros. Este film en primera persona se centra en el personaje de Hermila, una mujer de 21 años, que vuelve a Iguatu, su pueblo natal en el nordeste brasileño. Viaja desde São Paulo junto a su hijo, con la expectativa de que el padre del bebé los encuentre unos días después. Ese viaje de regreso en un principio aparece como la posibilidad de un nuevo comienzo, de asentarse con la familia que Hermila está formando, pero esa ilusión se desarma después de varios días de espera. Desde su llegada, la protagonista va cada noche a la terminal del pueblo y observa inquieta los micros que arriban desde São Paulo. Llama a su novio sin recibir respuestas, va a la casa de la madre del joven quien le dice que al fin y al cabo es solo un chico de 20 años, ¿qué podría esperar? La certeza de que el padre del niño no va a llegar cambia la perspectiva de Hermila, y la trama se va montando de a poco en el deseo de volver a salir de ese lugar.

Se hospeda junto a su tía y su abuela en una casa pequeña; son estas dos mujeres quienes cuidan a su hijo desde la llegada. Hay una escena inicial en la que, después de bañarlo, la abuela le dice a Hermila que el bebé tiene hambre y se sorprende de que ella no le dé de mamar, “mi leche se secó”, responde. En la escena siguiente, vemos a la protagonista acostada en la vereda, fumando y mirando el cielo nocturno, mientras de fondo se escuchan los llantos de su hijo. Cuando la tía se acerca y le pregunta si todas las noches llora así para dormirse, ella sonríe, responde que sí y que a veces le dan ganas de dejarlo por ahí y salir corriendo. Aparece un primer indicio en esos diálogos de lo que se irá revelando como un desvío respecto de lo que se espera, de las prioridades que, se infiere, debería tener esa madre joven. La película va mostrando cómo Hermila se distancia de ciertos mandatos ligados a la maternidad y, a través de acciones singulares, va dando lugar a su propia rebeldía. Ser madre de ese hijo pequeño es una de las aristas sobre las que se va configurando este personaje, ligadas también a la representación de su sexualidad y las formas que encuentra para ganarse la vida. Hermila se nos revela como una mujer deseante. La película trabaja sobre estos aspectos de la protagonista que desafían la moral del pueblo.

El hijo aparece en escena casi siempre cuidado por su tía y su abuela, que lo reciben amorosamente. A Hermila se la muestra en salidas con su amiga, reencontrándose con un viejo amor, averiguando costos de pasajes a los destinos más lejanos. En lugar de aceptar ese ámbito desolado del pueblo como el único horizonte posible, vuelve a proponerse una huida. En primer plano están su deseo, sus búsquedas y sus ganas de salir de la quietud y la precariedad. Asistimos a una mirada sensible y compleja que representa a esta mujer joven atravesada por inquietudes que son cuestionadas por los habitantes del pueblo. Si bien Hermila no manifiesta conflictos de manera explícita respecto de la crianza de su hijo, sí se desarrolla una tensión entre la posibilidad de recuperar cierta autonomía, a partir de la desilusión inicial que implica ese regreso a Iguatu, y el cuidado del niño. Y es en esa tensión que los personajes de la tía María y la abuela Zezita se revelan imprescindibles; son estas mujeres las que brindan el sostén necesario para que la protagonista pueda forjar sus propias posibilidades de futuro. La película la muestra como un personaje desafiante que con creatividad va ideando nuevas opciones para sí misma. Poco a poco va tejiendo sus estrategias para salir de lugares que la oprimen. Hermila, obstinada en la intensidad del deseo y la búsqueda de una vida distinta, construye el personaje de Suely.

Fotograma O céu de Suely

En un principio comienza a vender rifas para ganar algo de dinero, pero no le va tan bien, la situación es precaria, con muy pocas opciones de trabajo. Entonces, se le ocurre cambiar el premio de la rifa, y propone “una noche romántica en el paraíso” con Suely. Se propone recaudar la cantidad de plata necesaria para poder empezar de nuevo, “voy a rifarme y volverme rica, comprar una casa para mí y para mi hijo”, le dice a su tía. Empieza a vender más números, pero también empieza a ser hostigada por vecinos y vecinas que la amenazan con denunciarla a la policía, acusándola de inmoral, de seducir a los hombres y de prostituirse. En una de las escenas, el antiguo novio con el que se encuentra la persigue diciéndole que va a comprar todos los números de la rifa para que nadie más gane ese premio. Ante todas estas reacciones conservadoras, la protagonista se nos revela con una personalidad ingeniosa y determinante, intentando conseguir lo que necesita de las maneras que ella misma crea, en oposición a los habitantes del pueblo que la juzgan desde valores rígidos y machistas. En una escena, su abuela la enfrenta: le dice que ahora, por lo que ella decidió hacer, todos los vecinos la miran diferente. La denigra, la golpea y la echa de la casa. El problema que se pone en juego en esa discusión no es tanto que Hermila encuentre en la rifa la posibilidad de ganar plata en lo inmediato, sino que lo que ella hace con su cuerpo implica que todos en el pueblo la juzguen y empiecen a mirarlas diferente. La protagonista, en ese intercambio con su abuela, responde firme, entre lágrimas, mantiene su voluntad. Sabe lo que quiere alcanzar, y que no tiene tantas elecciones para hacer.

La investigadora y crítica Regina Dalcastagné, en su libro Representación y resistencia en la literatura brasileña contemporánea, se detiene en el film de Aïnouz en un apartado sobre mujeres migrantes. En su análisis propone que, entre los personajes de Hermilia o Macabéa de A hora da estrela, de Clarice Lispector, que se representan como “jóvenes migrantes, mujeres pobres que se mudan solas, sin padre o marido”[1], es posible encontrar un rasgo de rebeldía común. Entre estas mujeres que parten de la región nordestina hacia las grandes ciudades hay una apuesta por la autonomía y por una huida de la vida en el pueblo. Una salida hacia el anonimato de la ciudad. Dalcastagné señala las cuestiones a las que estas mujeres se enfrentan: “sus trayectorias son barridas por diferentes discursos, misóginos, racistas, antinordestinos, todos ellos inmersos en los prejuicios de clase”[2], y concluye en que parece haber una misión didáctica en las ficciones que ponen en juego el sufrimiento que padecen estas mujeres en la metrópolis, en la medida en que si es tan grande la desventura será porque definitivamente ese lugar no es para ellas. La rebeldía de Hermila trae otras aristas en esta serie de representaciones que puede englobar el personaje de mujer nordestina migrante.

Apenas Hermila llega al pueblo, su tía le pregunta cómo es la vida en São Paulo, y ella responde que es buena pero muy cara; sin embargo, la experiencia de regresar a Iguatu no resulta accesible ni liviana. Por el contrario, los días allí conforman rápidamente un clima opresivo, en tanto que no puede actuar sin que la juzguen, y ese hostigamiento la lleva a idear una nueva salida. Se pone en movimiento con ímpetu y creatividad, desafiando la moral conservadora de sus vecinos. Es interesante el modo en que se construye el personaje atendiendo a todas estas tensiones, y cómo en escenas de diálogos concisos, en los que no abundan las reflexiones sino que más bien se la muestra actuando, decidiendo o buscando qué hacer, se revelan los mandatos a los cuales la protagonista se tiene que enfrentar. Retomando el señalamiento de Dalcastagné, en la mirada sobre las mujeres migrantes, se articulan discursos de clase y de género y, en este sentido, la película logra construir un personaje que va configurando genuinamente su forma de rebelarse. No es algo dado desde el principio: Hermila va avanzando a tientas, probando distintas formas, pero con la certeza de que ella tiene que construir sus propias opciones de vida. El anonimato de la ciudad parece un territorio más fértil para eso.

Fotograma O céu de Suely

La protagonista del film de Aïnouz es una mujer persistente en su deseo, vuelve a empezar una y otra vez, y no renuncia a pesar de los maltratos y la soledad. Estos rasgos dialogan con fragilidades, con escenas de duda y angustias, como aquella, hacia el final, en la cual Hermila tiene que concretar el encuentro sexual que ofreció en la venta de las rifas. En ese tramo ella se nos revela vulnerable, a diferencia de otros momentos, y es allí donde encuentra sostén, como en las primeras escenas, en la pequeña trama familiar que conforman su tía y su abuela. Una potencia singular de la película se aloja en esa sensibilidad de la mirada que va acompañando a Hermila en sus intentos, en sus exploraciones, y que se detiene con una atención especial en la red de afectos que le permite abrirse camino.


[1] Dalcastagné, Regina: Representación y resistencia en la literatura brasileña contemporánea. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Editorial Biblos, 2015: p. 166.

[2] Ídem.