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Del recoger al recorrer: Desplaza-mentes de Carolina Maria de Jesus por Argentina

Por: Marcelle Leal°

Imagen: Carolina Maria de Jesus en viaje a Uruguay, Campinas, SP, 13/12/1961. Foto Arquivo/Estadão Conteúdo  https://ims.com.br/exposicao/carolina-maria-de-jesus-ims-paulista/

Marcelle Leal, doctora en Teoría Literaria por la UFRJ, nos lleva a recorrer la obra de Carolina Maria de Jesus para seguir de cerca sus vivencias como viajera, escritora e intelectual. Este recorrido permite valorar la importancia de la presencia de una intelectual negra brasileña en los países vecinos y, desde allí, es una invitación a revisar nuestra perspectiva sobre los estudios literarios latinoamericanos.


Propongo el reto de imaginar a una persona con los siguientes rasgos característicos: intelectual, le encantan papeles y libros, escribe, viaja para divulgar su obra, intercambia informaciones con distintas personalidades, elabora análisis agudos sobre la condición no solo de su país y su pueblo sino también de los que visita. Es muy probable que la imagen que se formó a partir de este ejercicio de imaginación haya sido la figura de un hombre, blanco, con trazos europeos, delgado, heterosexual, y de una clase acomodada. Sin embargo, la persona a la que refiere el texto no responde a ese estereotipo, sino a una escritora negra brasileña de origen pobre que, en 1961, visita Argentina con el fin de divulgar su libro, éxito de ventas en Brasil, Cuarto de desechos: Carolina Maria de Jesus.

La escritora de Sacramento, en el estado de Minas Gerais, es una profesional de las letras. Vive parte de su existencia en la favela de Canindé, en São Paulo, y hace del papel un medio de sobrevivencia física y mental. Es decir, es uno de los materiales que recoge por las calles para garantizar el dinero que sostiene a su familia y es el espacio que le permite inscribir la vida de sus palabras y las palabras de su vida. Su producción es amplia y abarca distintos géneros, entre los cuales se destacan: diarios, poemas, canciones, piezas de teatro, entre otros. El libro con en el que estrena en el mercado editorial brasileño es Quarto de despejo, editado por Francisco Alves, traducido al español como Cuarto de desechos. Es una obra que reúne algunos de los escritos no solo sobre el cotidiano y los cuestionamientos existenciales de esta mujer, sino también las reflexiones respecto al entorno y los aspectos políticos, sociales, artísticos y económicos que lo componen.

Su obra inaugural es un éxito y le permite acceder a una vida financiera más confortable. Además, le propicia realizar un viaje en el que recorre Latinoamérica con el fin de divulgarlo. Los detalles de esta trayectoria están registrados en Diario de Viaje, un apéndice presente al final de la versión al español de Casa de Alvenaria, traducido como Casa de Ladrillos, publicado en su momento por la Editorial Abraxas, en 1963. Los escritos están entre las páginas 128 y 191 de aquella edición y abarcan un período de tiempo entre el 15 de noviembre de 1961 y el 22 de enero de 1962. Se trata del momento en el que la autora visita Argentina, Uruguay y Chile, con algunos intervalos en los cuales regresa al país de origen. Desafortunadamente, todavía no tenemos acceso a los originales en portugués, pero los aspectos estilísticos y las fuentes históricas nos permiten concebirlo como parte de la producción carolineana.

Los registros exhiben las vivencias de Carolina Maria de Jesus como una viajera, es decir, expresan sus impresiones personales sobre las ciudades que visita, los espacios que frecuenta, las personas a las que conoce. Se puede, además, afirmar que destacan los compromisos de una escritora en tránsito: entrevistas, intercambios con personalidades y firma de libros. Sin embargo, no se limita a una enumeración de los hechos, va mucho más allá. Contiene reflexiones de una intelectual que imprime matices a las consonancias y disonancias de la región que atraviesa y que, en aquel contexto, la atraviesa de manera más amplia. La posibilidad de desvelar Latinoamérica y su pueblo desde la perspectiva de una mujer negra brasileña de origen popular en desplazamiento y de que Latinoamérica y su pueblo se reconozcan en esta corporalidad y se elaboren también desde su mirada es resultado de lo que denomino desplazamentes.

Las destrezas reflexivas y creativas de quien se gestó en los márgenes, sumadas a la presencia del cuerpo negro de una pensadora sudamericana en tránsito, propician un sacudimiento de los esquemas. Es una reconfiguración en la que ella se pone como sujeto activo que, al ocupar los espacios que han sido por siglos negados a los sujetos periféricos, propicia la apertura de grietas en los muros de lo establecido, generalmente plagado de prejuicios. De esta manera, promueve una reformulación de las representaciones con las que se siente caracterizada: habitante de la favela, intelectual, mujer, negra, escritora, viajera, entre tantas otras categorías. Es una invitación a que revisitemos nuestras concepciones sobre nosotros mismos, latinoamericanos, desde una perspectiva abierta a la pluralidad y comprometida con nuestros verdaderos orígenes, sin adoptar arbitrariamente lo que dicen que somos o los deseos que nos han planteado sobre lo que debemos querer ser. El desplazamiento de Carolina Maria de Jesus es una potencia para que el sur logre parirse desde adentro.

Argentina es el primer destino de su recorrido, específicamente las ciudades de Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza. Carolina amó Argentina. El enamoramiento por este país se expresa en distintos fragmentos, como: “Me siento bien aquí en la Argentina. ¡Qué comida tan sabrosa! La gente ha sido muy buena conmigo. Tengo la impresión de que estoy en el cielo. Mi bendición para el pueblo argentino. ¡Ojalá que sea muy feliz!” (1963: 146). Ella describe la naturaleza y las construcciones de los espacios, su estancia en hoteles, los restaurantes que frecuenta, los paseos que realiza, las personas con las que dialoga, los descubrimientos de una viajera. Además, incluye detalles sobre las entrevistas que concede, los intelectuales y artistas con los cuales interactúa, los eventos de los que participa, como si dejara una huella de su ruta a los que quieran dedicarse a saber más sobre esta trayectoria internacional.

La escritora Maria Carolina de Jesus, el 13/12/1961 antes de embarcar para Uruguay para el lanzamiento del libro «Quarto do Despejo» Estadao/Acervo

Es interesante resaltar que se mencionan elementos que hasta hoy forman parte de estas ciudades, como el Aeroparque, el Hotel Lyon, la calle Florida y la Avenida 9 de Julio, en Buenos Aires, la Biblioteca de Rosario, la Plaza San Martín, en Córdoba, el Monumento Histórico a San Martín, en Mendoza. Por otra parte, los escritos diseñan escenarios borrados de la realidad que solo se mantienen en la memoria de los archivos y de la gente. Se destacan la Librería Atlántida, en la calle Florida, el hidroavión que era el transporte desde Rosario a la capital del país y el Palace Hotel que quedaba entre las calles Córdoba y Corrientes, en la Provincia de Santa Fe, junto con el Plaza Hotel, en Mendoza. Ella los recorre en 1961 y sus escritos los recogen para que estén disponibles para la posteridad.

Sin embargo, como característico del estilo de la autora, su contemplación no se restringe a la belleza del cielo poético de los hechos. Ella no se olvida de que sus pies están sobre la tierra dura de la existencia y es necesario moverse continuamente de un lado a otro para que no se pierda en “el peligro de la historia única”, como nos llama la atención la intelectual nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie. En medio del encantamiento, se interponen miradas críticas dirigidas a los problemas que identifica. Los reconoce, plantea posibles soluciones y los introduce en una reflexión más expandida en interlocución con la realidad de su propio país.

Ella expresa en distintos momentos que “el problema de la Argentina no es la comida […]. Pero la construcción es carísima y los alquileres muy elevados. Y los habitantes de villa miseria no pueden pagarlo” (Jesus, 1963: 140). Cuando un periodista le habla de la existencia de hambre en el país, en contrapunto con sus declaraciones sobre la abundancia de recursos alimentarios, afirma sin pelos en la lengua: “la alimentación es cara. Mucha gente tiene que vivir en pensiones y las que más sufren son las mujeres que se ven obligadas a trabajar afuera para mantener el hogar. (1963: 147). No obstante, comprende que es algo que se puede resolver: “pero es necesario construir viviendas en la Argentina porque la población crece día a día. Esta es una causa del descontento del pueblo. El problema de la Argentina son las viviendas. Es solucionable.” (1963: 142). También lo acerca a lo que pasa en su nación: “el problema es idéntico al del Brasil: dificultades de vivienda” (1963: 140).

Estas declaraciones aparecen en las entrevistas que concede y en fragmentos de relatos sobre su trayectoria por las villas, específicamente sobre la Villa Comunicaciones, la actual Villa 31. En el Diario de Viaje, en el trayecto por Buenos Aires, aparecen apuntes sobre estas visitas tanto el 17 de noviembre como el 19 de noviembre. En estos recorridos Carolina María de Jesús hace el movimiento de reconocerse mientras se desplaza por los cuartos de desechos bonaerenses. Es decir, las tramas vividas en los escenarios más pobres la remiten al pasado y le propician un conocimiento más profundo sobre sí misma y las experiencias vividas en años anteriores en espacios parecidos a los que cruza. Además, esta reacción se genera también en los otros, pues una mujer le dice: “no sabíamos que existía una mujer negra en el Brasil que comía de los basurales y recogía papeles para vender. Que no teme a los políticos.” (Jesus, 1963: 144).

En la descripción de 17 de noviembre, lleva café para darle a la gente y recuerda los ruegos de su hija, Vera Eunice, por salir de la favela, cuando algunos niños le dicen: “vamos a salir con usted en el diario y nos van a regalar una casa de ladrillos” (1963: 139). Las villas desde la óptica de Carolina son el drama de las Américas y traza similitudes entre los que viven en dichos espacios en el Brasil y en el exterior. En cuanto llega a Villa Comunicaciones, visita registrada el 19 de noviembre, afirma que es una copia fiel de lo que hay en su país. La escritora dialoga con el pueblo, escucha sus dramas y se conmueve con el llanto de una mujer. Se establece una relación de doloridad, el enlace a través de los dolores, como lo designa Vilma Piedade en su libro homónimo (2021), en el intercambio de miradas entre ambas: “me emocioné cuando vi una mujer llorando. Nuestras miradas se encontraron. Ella sonrió. Vi lágrimas y sonrisas mezclándose en su vida. (1963: 145)

Todo el texto presupone movimiento: el acto de escribir, viajar, reflexionar, contraponer, cuestionar, hacerse sujeto, percibirse como otro, intercambiar, crear lazos, sacar a los demás de la inercia de las creencias permeadas de prejuicios. En las veredas teóricas de la pensadora Azoilda Loretto Trindade en Fragmentos de um discurso sobre afetividade, se puede decir que Carolina Maria de Jesus, enredada en los afectos, nos invita a la dinámica de ser en todas las posibilidades amorosas que el término abarca, pues, de esta manera, logra producir afectaciones positivas y negativas en el otro, generando fisuras, creando surcos que posibilitan un acceso, aunque sea mínimo, en la solidez de lo que está concretado en su mente.

El rescate de este viaje es un movimiento muy importante para aportar más informaciones a la fortuna crítica de su obra y reconfigurar los imaginarios acerca de quiénes son los sujetos del desplazamiento. La efervescencia que está teniendo la obra de esta escritora en Brasil invita a hacer ese ejercicio. Como parte de la reparación histórica ante el olvido de su obra, también fue publicado recientemente este libro Casa de ladrillos junto con otros textos en Cuarto de desechos y otras obras, editado por la editorial argentina Mandacaru. Carolina, de alguna manera, regresó a Buenos Aires de la manera que más disfrutaba: en forma de libro.

Pensar a Carolina Maria de Jesus desde sus desplazamientos apunta a valorar la importancia de la presencia de una intelectual negra brasileña en los países vecinos con sus reflexiones y opiniones. De igual manera, se pretende deconstruir lo que se concibe tradicionalmente sobre el cuerpo prieto en viaje: los barcos destinados al comercio de personas, los botes de inmigrantes hacia Europa y la interdicción de los permisos a quienes tienen la piel oscura o provienen de países pobres. Se trata de la lucha por la inscripción del negro como un sujeto que atraviesa distintos territorios, que vivencia otros espacios y experiencias, que inscribe sus afectos y afectaciones por donde cruza.


° Marcelle Leal es doctora en Teoría Literaria por la Universidade Federal do Rio de Janeiro (UFRJ). Actualmente, se dedica a una investigación posdoctoral que está realizando en Buenos Aires titulada: Desplazamentes: Latinoamérica bajo la lupa y la letra de Carolina Maria de Jesus.


Referencias bibliográficas

ADICHIE, ChimamandaNgozi. El peligro de la historia única. Barcelona: PenguinRandomHouse Grupo Editorial, S.A.U., 2018.

JESUS, Carolina Maria de. Diario de Viaje. In. ______. Casa de Ladrillos. Buenos Aires: Abraxas, 1963. p. 128-191.

JESUS, Carolina Maria de. Cuarto de desechos y otras obras. Buenos Aires: Mandacaru, 2021.

LEAL, Marcelle. Carolina Maria de Jesus, a escre(vida) das letras. In. ______. Poéticas da sombra: de projeções a sujeitos da Literatura. 2017. 267f. Tese (Doutorado em Ciência da Literatura) – Universidade Federal do Rio de Janeiro, Rio de Janeiro, 2017.

PIEDADE, Vilma. Doloridad. Buenos Aires: Mandacaru Editorial, 2021.

TRINDADE, AzoildaLoretto da. ― Fragmentos de um discurso sobre afetividade. In: Brandão, Ana Paula (Org). Saberes e fazeres, v.1 : modos de ver. Rio de Janeiro : Fundação Roberto Marinho, 2006. p. 101-112.

Referencias audiovisuales (vivos)

LEAL, Marcelle. Carolina Maria de Jesus: Desplaza-mentes por Latinoamérica. [S.l]: Centro Cultural Brasil-Chile, 4 dic. 2020. 1 v. (1h28min12seg). [Live]. Disponible en: https://fb.watch/6e4vVxV8rs/). Acceso en: 20 de junio de 2020. Participan: Anna Magdalena Bracher, Marcelle Leal, Rafaella Fernández.

LEAL, Marcelle. Carolina Maria de Jesus: registros de su viaje a Argentina en los 60. Argentina (Buenos Aires): Cátedra Literatura Brasileña Cursada 2020, 4 jun. 2021. 1 v. (1h46min21seg). [Live]. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=VluJFPeRnWg&t=771s&ab_channel=C%C3%A1tedraLiteraturaBrasile%C3%B1aCursada2020C%C3%A1tedraLiteraturaBrasile%C3%B1aCursada2020 . Acceso en 20 de junio de 2021. Participan: Gonzalo Aguilar, Lucía Tennina y Marcelle Leal.

Artes de la cartografía y deseo de mundo. Sobre Deseos cosmopolitas de Mariano Siskind

 

Por: Mauro Lazarovich

Imagen: Shannon Rankin. Adaptation, 2011.

Deseos cosmopolitas. Modernidad global y literatura mundial en América Latina (Fondo de Cultura Económica, 2016) es el último libro del crítico literario Mariano Siskind. En pleno nuevo apogeo de la literatura mundial, Mauro Lazarovich nos acerca esta obra que propone recorrer la literatura latinoamericana tomando como eje un “deseo de cosmopolitismo”, que, a pesar de fracasar en sus ansias de universalización, triunfa por la producción de “nuevos horizontes imaginarios” derivados de la reelaboración de la cultura local al traspasar las fronteras nacionales.


Deseos Cosmopolitas. Modernidad global y literatura mundial en América Latina. Mariano Siskind

Fondo de Cultura Económica, 2016.

384 páginas

“Salgo de casa, de la esquina de Johnson y Bushwick (epicentro de East Williamsburg), y camino hacia el oeste, hacia Williamsburg a secas, del margen al centro, de la periferia industrial y gris donde vivo, hacia la costa sofisticada y pretenciosa del East River. Camino por Bushwick hasta Metropolitan y después todas las cuadras, diez, doce, hasta Bedford, donde otra vez vuelvo a sentirme, como siempre, como en el colegio y en la colonia de vacaciones, como en la playa y en el club, como cuando mi esposa me dejó, como en el comedor de La Nación, como en los cumpleaños y en cualquier tipo de reunión social: fuera de lugar”.

El breve monólogo es del protagonista de Historia del Abasto, la novela de Mariano Siskind publicada en el año 2007 por Beatriz Viterbo que narra, de una forma fragmentaria, indirecta y auténtica una serie de historias conectadas casi exclusivamente por el espacio geográfico en el que suceden, el barrio porteño del Abasto, el que, de algún modo, actúa como su condición de posibilidad. Aunque su título en español no lo exprese tan bien como la traducción en francés ─Comme on Part, Comme on Reste─, en el que las ganas de quedarse y el anhelo de irse están separados apenas por una coma, el libro de Siskind, que no en vano empieza en castellano y termina en inglés y es protagonizado por un personaje que al principio parece negado a moverse del Abasto y, contra todas sus previsiones, acababa desamparado pero libre en Brooklyn, adelanta muchos de los temas que el autor acabaría por desarrollar, de un modo absolutamente distinto y ahora desde su rol de académico e intelectual, en su último libro. En Historia del Abasto ya están lo determinante de la geografía, la sensación de desconexión, de estar “fuera de lugar”, y la fantasía, el “deseo” de partir.

Este año el Fondo de Cultura Económica publicó Deseos Cosmopolitas. Modernidad global y literatura mundial en América Latina de Siskind, quien es actualmente profesor de Lenguas y Literaturas Romances y Literatura Comparada en la Universidad de Harvard. El libro, que aparece en su versión en español dos años después de haber sido publicado en inglés, viene a ubicarse dentro de una biblioteca que la editorial está armando paulatinamente mediante la divulgación de libros como El burgués: entre la historia y la literatura (2014) y Lectura distante (2015) de Franco Moretti, una de las más relevantes figuras de la crítica literaria actual y quizás el principal culpable del último revival de la literatura mundial. Este regreso ha traído consigo el debate acerca de sus posibilidades de renovar un canon literario percibido como demasiado homogéneo y demodé, así como acerca de su potencial para revitalizar el estudio de la literatura comparada.

Si bien ya ha aparecido una gran cantidad de material que se ocupa del tema (entre otras cosas, un dossier organizado por Ignacio Sánchez Prado que reúne intervenciones críticas de intelectuales como Mabel Moraña y Graciela Montaldo), Deseos Cosmopolitas se destaca claramente al configurarse como un serio intento de recorrer la literatura latinoamericana desde su “deseo de cosmopolitismo”, es decir, desde el reconocimiento de su exclusión del mundo y de su ansiedad por pasar, finalmente, a ser parte de él.

El ingreso de Siskind al debate sobre la literatura mundial o, dicho de otro modo, su interés por el “discurso estético y cultural sobre el mundo como horizonte de significación” (pág. 29) es entonces, en realidad, una excusa, una inquietud que corre en paralelo al objetivo central del libro: “el deseo de comprender los fundamentos históricos y teóricos de los discursos literarios cosmopolitas” (Pág. 29). Gonzalo Aguilar ya había procurado rastrear la diatriba compleja y episódica de los momentos en los que la periférica literatura latinoamericana hacía su ingreso en una literatura mundial todavía en proceso de construcción, revelando así las ausencias de una universalidad del todo artificial. Siskind procurará, en cambio, tanto la inspección del cosmopolitismo latinoamericano (una anatomía del “deseo de mundo” en su versión “cosmopolita marginal”), como la indispensable tarea de configurar un archivo cosmopolita en América Latina que permita hacer visible su historicidad y, sobre todo, su contingencia. Porque si algo señala como una constante en las circunstanciales apariciones de la pulsión por leer al mundo como un modo de inscribirse en él, es la condición de la “estrategia cosmopolita” como un escape doble, hacia adentro y hacia afuera: contra una universalidad falsamente hospitalaria con los márgenes y contra un campo cultural local saturado de significantes nacionalistas.

El archivo que Siskind crea, que encuentra su primer precursor, totalmente inesperado, en José Martí y su crónica sobre la visita de Oscar Wilde a Nueva York en 1882, le permite procurarse un recorrido que se detiene especialmente, y de manera nada casual, en los que presuntamente se consideran dos de los grandes “regalos” o “aportes” de Latinoamérica al mundo: el modernismo y el realismo mágico (otro sería, claro, el propio Borges, en soledad, que es apenas trabajado). Hay mérito de Siskind en atreverse con dos campos que parecían ya analizados desde todos los flancos y de proponer una apuesta por lo menor, una mirada transversal que le permite entrarle a lo acostumbrado con originalidad y frescura. Este interés por aspectos que se supondrían marginales, lleva al argentino a autogestionarse ─como ya he dicho─ un archivo original, a construir una antología que pasa, claro, por Martí y Darío, pero que en el medio se ocupa de invocar caras menos conocidas del modernismo: por ejemplo, las de Manuel Gutiérrez Nájera, Enrique Gómez Carrillo y Baldomero Sanín Cano.

Es en la configuración de ese canon que se visibiliza la provocación de Siskind, que pasa por revelar los aspectos menos conocidos de figuras que se presumen agotadas, ya sea para mostrar algunas facetas silenciadas por ciertos discursos nacionales y regionalistas o bien, en sentido contrario, para dudar de la supuesta universalidad de figuras unánimemente erigidas como eventos centrales de la genealogía cosmopolita en América Latina. Incluso cuando acomete el abordaje de figuras como la de Darío, procura exhumar acontecimientos desatendidos como el encendido y especialmente rico debate que mantiene el poeta con Groussac, o bien de poner el dedo en la llaga, en las suturas, de captar los momentos en los que un melancólico Darío choca de frente con la cruda e injusta realidad de que su idealizada y supuestamente acogedora París nunca le ofrecerá el reconocimiento que sabe que merece. “Aunque Darío nunca perdió las esperanzas -señala Siskind- sufrió una desilusión tras otra: en París siempre le tocaría el papel de poète rastaquouère, incapaz de superar el estigma de su particularismo marginal” (pág. 290).

El otro costado de la búsqueda dariana por convertirse en universal sería, en Deseos cosmopolitas, el realismo mágico y su rastreo de una cierta “esencia” de lo latinoamericano.  En otro de los capítulos el crítico propone un recorrido por los viajes del género alrededor del mundo, es decir, por su “universalización”. La misma, si bien es constantemente delimitada y matizada por él, le sirve para revelar dos características fundamentales. Por un lado, el hecho de que el realismo mágico se convertiría en una salida narrativa de enorme productividad para escritores que intentaban el retrato de sus muy diversas realidades. “Después de Cien años de soledad había que volverse latinoamericano” (pág. 133), lo que vale decir: menor, subalterno y poscolonial, desliza en un momento Siskind (citando a Gerald Martin) con autores como Mo Yan, Mía Couto o Salman Rushdie en mente. Por otra parte, aparece un segundo aspecto que sirve como parcial explicación del primero, y es que la funcionalidad del realismo mágico radicaría en buena medida en la construcción de un discurso caracterizado por surgir en “formaciones culturales marcadas por la falta y por el reconocimiento de deseos de emancipación que dislocan y reconfiguran las cartografías hegemónicas de la literatura mundial” (pág. 122).

Digamos que el realismo mágico y sus reelaboraciones en la periferia poscolonial consiguen un diálogo desjerarquizado con el centro, de una igualdad ─si se quiere─ ficticia, pero, insiste el autor, productiva. De una productividad, nos dirá Siskind, capaz de, por un lado, revelar que distintos posicionamientos en el mundo generan distintos imaginarios, o para decirlo con él, que el cosmopolitismo “al resituar distintas variantes del particularismo cultural en redes transculturales de significación más vasta, produce configuraciones y prácticas estéticas inéditas” (pág. 41). Y, por otro, finalmente, capaz de exponer a la razón hegemónica en toda su insuficiencia y su imposibilidad para suturar las heridas que produce Latinoamérica o, digamos ya, la experiencia del margen; y capaz también, digo por último, de evidenciar que el cosmopolitismo, en tanto que discurso ficticio, o “fantasía neurótica”, aun fracasando en la realización de sus objetivos universales, y en tanto que productor de “nuevos horizontes imaginarios”, quizás, él sí, lo consiga.

De género nómade: Voces de mujeres viajeras por Latinoamérica

Por: Mariana Alonso Ishihara

Portada: Felipe Barceló

Fotos y testimonios de Karen García Arellano y Lucía Vargas.

 

En este texto reflexionamos sobre cómo, al salir a recorrer América Latina, sola o acompañada, la viajera se reconecta con una manera de interaccionar con el mundo y de estar en él que desafía las limitaciones impuestas, en nombre de la seguridad, por una sociedad patriarcal y materialista donde el lugar de la mujer está en el hogar o, al menos, en una vida sedentaria y económicamente estable.

 


Lat 41° 36’N- Long 02°14’E

(Guanajuato, México, año 2014)

Corría el año 2014, cuando Karen decidió que debía hacer un balance de su vida. Tenía 25 años y comenzaba a armar el rompecabezas de su adultez con un trabajo bien remunerado, el amor de su familia y su primer sobrino. Recién disfrutaba de sus primeras pertenencias y podía considerarse  privilegiada, teniendo en cuenta que México por ese entonces contaba con un micro-salario mínimo que rondaba los 5 dólares diarios.

Pero un día Karen notó que, a pesar de su apacible cotidianeidad, había dejado de hacer muchas cosas que le gustaban y la hacían feliz. Fue entonces cuando decidió salir a viajar sola y fuera del país, dejar todo, pero sin huir de nada. Darle rienda suelta a sus ocurrencias y curiosidades más allá de la rutina, que le daba seguridad, pero no le permitía conocerse a sí misma. Curiosamente, durante esa época de introspección, apareció Allen, un chico con inquietudes similares y con espíritu viajero del cual se hizo confidente rápidamente y meses más tarde se encontró junto a él, en una nueva relación que mostraba como carta de presentación, dos pasajes en mano y la necesidad de decirle a su familia que dejaba todo y partía con el joven que había conocido hace un tiempo atrás, y que además, sin tiempo de retorno, se iba a recorrer Latinoamérica.

Karen

Lat 36° 30’ S- Long 58°20’O

(Buenos Aires, Argentina, año 2015)

Tras un intenso 2015, Lucía sentía que la paciencia se le estaba agotando. Tras diez años de vida vertiginosa en la ruidosa Buenos Aires, parecía que muchos caminos comenzaban a cerrarse a su paso: una relación larga, una carrera universitaria y una rutina agobiante. Así como el país evidenciaba el fin de un ciclo, la vida de Lucía comenzaba a tornarse en un claroscuro donde se sentía inestable y aquellos lugares de refugio como la escritura, la pintura o la lectura no lograban el cometido de reconfortarla. El 2015 se iba rápidamente y Lucía, de 28 años, tomaba la decisión de desafiarse a sí misma y salir de su zona de confort. Y como cada persona tiene su manera de encontrarse, Lucía decidió que la suya sería un  viaje sin fecha de retorno.

Era la primera vez que salía de su país, pero sin pensarlo mucho Lucía sacó su dinero del plazo fijo, ese que venía juntando para irse a vivir sola. Vendió su ropa y gran parte de sus libros. Tiró papeles, vació espacios y regaló su jardín. Lucía, como Karen, sin darse cuenta, iba sumándose a ese grupo de mujeres nómades que decidieron vivir, recuperando a Kerouac, en el camino.

Lucia

Me voy…

Está claro que, con el paso de los siglos, el término “sedentario” comenzó a asociarse más a las personas que no hacían ejercicio, que a sus modos de habitar el espacio. Podríamos decir que con la progresiva sedentarización de las sociedades a lo largo de la historia, términos como “nómades” o “sedentarios”, fueron cambiando su uso. Como la tendencia a la que fuimos moldeados fue la de “echar raíces” la idea de llevar una vida nómade viajera, y más siendo mujer, comenzó a sujetarse a cuestionamientos constantes. Como supo expresar Zygmunt Bauman, el costo de la seguridad que otorgaba vivir en comunidad muchas veces restringía la libertad.

En paralelo, cuando Karen y Lucía debieron hablar en sus círculos cercanos sobre su decisión, se encontraron con distintas posturas. “Quedarte en casa es más seguro”, “viajar cuesta mucho dinero”, “si querés ser alguien tenés que establecerte y trabajar”. U otras reacciones como “tené cuidado pero sé feliz”, “a mí también me hubiese gustado”. El día  que Karen les contó a sus amigos, los mismos le preguntaron por su futuro; en el momento en el que le comentó a su familia surgieron los temores al secuestro, el asalto, la enfermedad o la falta de dinero. A la madre de Lucía la angustió saber que su hija no buscaba la estabilidad laboral que ella había vivido hasta la jubilación. Sus amigos, por el contrario, de buenas a primeras apoyaron sus sueños y la acompañaron en el proceso hasta hacer su decisión real.

Sin duda, las reacciones no estuvieron sujetas a la edad: los jóvenes, en algunos casos, resultaron más conservadores que los mayores. Pero para ellas, elegir su vida formó parte también de aprender a vivir sin miedo como un derecho, haciendo valer sus ideas y el dominio sobre sus cuerpos en lo que se refiere al tratamiento de enfermedades, el sexo y la vestimenta. Fueron irreverentes,  salieron y dejaron el nido; ese lugar que se le reservó a la mujer durante tanto tiempo. Se animaron y crearon un quiebre en sus vidas, con la seguridad de que los lugares seguirían estando allí, pero las mujeres que se fueron jamás volverían a ser las mismas.

…a vivir de viaje…

Con el paso de los meses, tanto Lucía como Karen, fueron notando que su estilo de vida iba cambiando. Vivir de viaje no era vivir de turismo ni mucho menos. La cotidianidad iba cambiando y se comenzaban a reconfigurar tanto las relaciones de género entre los viajeros, como las de los mismos para con la sociedad. Las primeras cuestiones estuvieron vinculadas a la configuración de la imagen femenina y a la presión que, sobre nuestros cuerpos, fue ejercida desde antaño por el heteropatriarcado. Karen, en primera instancia, fue notando cómo sus prioridades iban cambiando, las preocupaciones eran distintas y empezó a alivianar su mochila, cargando sólo con lo que necesitaba, lo cual resultó liberador. Ya no necesitaba cambiar de ropa todos los días, como en los tiempos de la oficina. Ya no debía preocuparse por el maquillaje, por los tacos altos, por el peinado y por la depilación. La vanidad fue desapareciendo, y Karen dejó de sentirse obligada a estar arreglada y verse delgada. Además, la gente que conocía tampoco tenía punto de comparación, y lo que tenían frente a sus ojos era la imagen de una mujer  redefiniéndose por lo que estaba siendo más que por lo que era.

                   “He aceptado mi cuerpo tal y como es, pero no de dientes para afuera, sino sinceramente. Hago ejercicio para consentir a cuerpo, y no a mi espejo; puedo andar sin sostén y no me avergüenza que se note la forma natural de mis pechos, dejé de depender de las varillas y rellenos que le dan una forma supuestamente más bonita al cuerpo”       Karen

En el trabajo cotidiano de vivir con un consumo responsable y necesario, Lucía y Karen no sólo dejaron sus mochilas más livianas y cómodas, sino que pusieron en discusión el imaginario imperante que promueve la felicidad a través del hiperconsumo, aquel que día a día vemos asignado a la mujer, quién en variadas publicidades destroza la tarjeta de crédito del marido en cómodas cuotas.

A su vez, la vida de Karen en pareja viajera también fue reconfigurando los roles que tradicionalmente se le fueron asignando a lo femenino/masculino. Allen y Karen se fueron repartiendo las tareas diarias en forma equitativa, cargaron sus mochilas, trabajaron en construcción, ambos cocinaron y se tendieron una mano siempre que lo creyeron necesario. Pero así como existieron rupturas, hubo situaciones de tensión entre los viajeros y los locales con los que iban interactuando. Lucía sufrió varios cuestionamientos, por ser distinta al estereotipo imperante de mujer: varias personas se vieron asombradas por su estatura de metro ochenta, le preguntaron por qué usaba pelo corto siendo mujer joven, por qué viajaba sola siendo Latinoamérica tan insegura a los ojos de los locales, mediados por los medios de comunicación.

Foto momento Karen

Hoy día sabemos que si de números se trata, la violencia de género se encuentra más inserta en el hogar que en la arena hollada por las mujeres que viajan solas. Pero cuando ocurre algún crimen, la sociedad posa su dedo acusatorio sobre las mismas, por haber abandonado el hogar seguro, como sitio que la sociedad les asignó, a pesar de que el mismo no es para nada garantía de seguridad y no violencia. En varias oportunidades a Lucía le preguntaron qué hacía viajando sola, a Karen si Allen era su marido, pero cada pregunta también era una ocasión para que el otro también escuchase sus voces. Además, las han sobrepasado situaciones de riesgo dónde los hombres las vieron con morbo, y las obligaron a sentir miedo, ese miedo que sentían en sus ciudades de origen, ese miedo que fue inculcado al género femenino a través del tiempo. Pero el miedo no las paralizó, sino que les permitió ir más allá y lidiando con él, se hicieron más fuertes.

Las historias de Karen y Lucía nos permiten observar cómo tanto en los países de origen como durante el viaje, la mujer sigue siendo para la sociedad un sujeto vulnerable, débil e inferior, cuyo fin último está dado en la maternidad. Recortes de este paradigma se siguen viendo en acciones cotidianas; es más fácil concederle un regateo a una mujer, subirla a un auto cuando se hace autostop, pararse a escucharla cuando pide un favor en la calle. Pequeñas acciones cotidianas que dejan en claro el rol del débil y del fuerte, situaciones que también posicionan a la masculinidad en un lugar incómodo e invitan a ponerlas en cuestión.

Y como de matices está hecho el mundo y no todo se paga con dinero, como tantas veces nos han dicho, en la era de la hegemonía del capitalismo, Karen y Lucía, volvieron a recuperar antiguas formas de reciprocidad e intercambio como modo de supervivencia. Karen trabajó en el campo a cambio de un lugar donde vivir temporalmente y realizó voluntariados en reservas silvestres, marcando la importancia de aprender y compartir de y con otras culturas. Lucía trabajó en hostales y con niños en una biblioteca. Ambas lograron obtener dinero vendiendo comida y en actividades que fueron surgiendo cuando se brindaron a la buena voluntad de las personas. Si bien ambas tuvieron algunas experiencias desagradables y sintieron miedo, coinciden en que fue mucha más la gente buena que se interesó también en ellas.

Lucía y Karen, además, no se encasillaron en sus profesiones ni antiguos trabajos. Mostraron que una persona es más que su carrera, que la competencia, que cualquier especialización hacia la cual se espera que se encause la vida profesional. Ambas pudieron obtener su sustento a través del arte, recuperando esa cualidad creadora de a ratos sepultada en la rutina. Lucía pintó murales, expuso sus dibujos y escribió un libro para compartir sus vivencias. Karen tomó muchas fotografías y compartió su cotidianeidad e incentivo con Allen en su página, llamada Pataperrus.

Hoy son muchas las mujeres y hombres que superan esas barreras de miedo y estigma, son muchas las parejas que viajan y se reinventan, las mujeres que se animan solas y las familias que, contra todo pronóstico, educan, trabajan, y desnaturalizan los roles de padres/madres e hijos/hijas, en la carretera. Fuera de la quietud que promueve el sedentarismo, existe toda una comunidad en movimiento.

foto de un momento lucía

 …por Latinoamérica.

El día que Lucía le dijo a su papá que se iría a viajar por Latinoamérica, él le preguntó que por qué no viajaba a Europa, allí el arte era “superior” y la gente era “distinta”. Además, Latinoamérica era muy insegura, peligrosa y violenta. Eso mismo pudo haber pensado Karen el día que en la selva ecuatoriana, una pareja la intimó para “sugerirle” que le diera dinero en un tono un tanto inquisitorio y abusivo. Pero, a pesar de cualquier contingencia, ellas siguieron eligiendo Latinoamérica y ambas confluyeron en la misma conclusión: Latinoamérica representa nuestra historia, nuestra casa, las culturas y el idioma conjunto. Entender esa identidad es parte de un proceso de autoreflexión, y comprender la diferencia que también nos hace iguales se vuelve parte de la acción de despojarse mutuamente de los estereotipos que se erigen entre los países. A propósito de esta cuestión, Mary Louise Pratt, en Ojos imperiales, escribe sobre cómo la literatura de los viajeros europeos del siglo XVIII incidió en la construcción colonizada de nuestros imaginarios latinoamericanos. Hoy estas viajeras invitan a pensar Latinoamérica desde las vivencias cotidianas, no sólo  confinadas a la experiencia personal, sino materializadas a través de sus escrituras en diarios de viajes, libros y blogs.

Sus motivaciones no fueron sólo personales. Hay quienes hablarían de estas mujeres como degeneradas, porque no cumplen con los estereotipos propios de su género, porque no piensan en la familia, la maternidad ni el hogar, porque se las comenzó a ver como una generación de hedonistas posmodernas que privilegiaban el individualismo y la satisfacción personal dejándolo todo. Perdiendo de vista que en su movimiento personal, estaban generando un impacto social a su paso. Allí donde la matriz mental de la modernidad eurocéntrica se pone en tensión ante el cuestionamiento de las prácticas cotidianas que muchas veces se reproducen frente a la mirada del otro.

A su vez, estas mujeres disruptivas fueron y son una fuente de aliento e inspiración para muchas, quienes a través de internet y la escritura digital pudieron democratizar sus vivencias, haciéndolas cercanas a todos. Son una muestra de que se puede, que nada está dado y que es necesario romper con muchas cárceles de larga duración. Karen describe a la mujer latinoamericana como una guerrera que afronta la vida y sus problemas con pasión. Lucía nos dice que, para ella, la mujer latinoamericana es una luchadora nata.

“Mi consejo para esa mujer latinoamericana es: Seguí luchando, vos sabés mejor que nadie lo que valés. Tenés ese amor que te hace, te construye y te arma cada vez que te hacen caer (…). Tenés el poder de hacer cosas enormes, tenés la identidad de nuestro género en tu piel…”      Lucía

Las historias de Lucía y Karen son sólo algunas de tantas historias de mujeres viajeras que recorren Latinoamérica desde México hasta Argentina y viceversa. Quizás, alguna vez, Karen y Lucía se cruzaron en el camino, una subiendo hacia otras latitudes y  la otra bajando hacia el sur. Hoy Lucía se encuentra en Colombia, y Karen en Bolivia; varios grados las separan, pero sus historias convergen en esta nota, achicando cualquier distancia en los ejes de coordenadas. Y si estos géneros están degenerados para crear nuevas realidades, bienvenida sea la degeneración. Comprender la diferencia, es también incluirla. Estar ahí, junto a ese otro, es romper los muros infranqueables que la modernidad occidental le asignó al género, a la nacionalidad, a la raza y a las periferias. Quieren inmovilizarnos para que vivamos con miedo, pues bien, eso no sucederá porque aquí estamos y tenemos voz.