Una patria portátil: las tareas de la crítica (sobre «La Internacional del Pecado. Desvíos de lo cosmopolita en Copi, Néstor Perlongher y María Moreno», de Germán Garrido)

Por: Gabriel Giorgi

En este texto, Gabriel Giorgi reseña el libro La internacional del Pecado. Desvíos de lo cosmopolita en Copi, Néstor Perlongher y María Moreno, de Germán Garrido (Beatriz Viterbo, 2024). La lectura analiza sus gestos críticos, traza genealogías y reflexiona en torno a la potencia que activan los desvíos de lo cosmopolita en el presente.


Una “patria portátil para disidentes sexuales”: difícil imaginar un momento más oportuno que el presente argentino para subrayar esta fórmula que María Moreno inyectó en nuestra lengua y que define, quizá como pocas, un arte queer de afirmación de la existencia. Semejante “patria portátil” va desde aquellos micromundos del clóset, en otras eras de nuestra memoria y de nuestras culturas (que igual siempre están con ganas de retornar), hasta la “Interespacial Homosexual” que Copi directamente reenvió hacia el cosmos, hacia una galaxia tomada por las guerras de las maricas. Putos, tortas y travas entre lo micro y lo macro, entre la esquina del armario y la del barrio (“la esquina es mi corazón” escribía Pedro Lemebel) hasta los extramundos queer que encontraremos en Copi, o ese Tlatelolco y Tenochtitlán fantaseado del primer poema de Néstor Perlongher (“Defensa de los homosexuales de Tenochtitlán y Tlatlexlolco.”)

Justo ahora: cuando se nos quiere borrar del mapa otra vez (y cuando además, de paso, se quiere borrar a la nación del mapa: cuando los “tonos antinacionales” de los que hablaba Josefina Ludmer en los 90s se vuelven política pública). Dado que lo vertiginoso de este momento, a diferencia de otros momentos previos, es que se ataca a toda disidencia, pero no en nombre de la nación sino descartando también a la nación para que sólo quede el reino del dólar, su teología universal –en este momento, digo, volver a la “patria portátil” de María Moreno: interesa la fórmula porque conserva la patria, la vuelve una condición para la afirmación de la existencia, pero tuerce sobre sí misma y le revela sus vueltas subterráneas.

Me gustaría situar en esa apuesta el libro de Germán Garrido, La Internacional del Pecado: en esa intersección a la vez muy nueva, pero con genealogías enormes. Es un libro que trae un debate de larga data en la crítica cultural argentina y latinoamericana –el que gira en torno al cosmopolitismo– con nombres monumentales como el de Sylvia Molloy o Silviano Santiago, al que reinventa en  el contexto donde el fin de la globalización da lugar a imaginarios planetarios que van desde el anti-globalismo hasta arremetidas cada vez más insistentes contra un “marxismo cultural” ensoñado que nuestros neofascistas, tan poco imaginativos, cultivan de maneras cada vez más estentóreas. Y, por supuesto, sobre el fondo de los “fines de mundo” que le ponen fecha a la experiencia histórica de lo global tal y como la conocemos. Cosmopolitismo, imaginarios planetarios, fin del mundo de la globalización: ahí emerge la pregunta por el cosmos que insiste en los “desvíos de lo cosmopolita” que Garrido interroga. Ni la nación “diversa” ni el cosmopolitismo de la era global: los desvíos de lo cosmopolita iluminan eso que en las vidas queer se vuelven modos de hacer mundo a contrapelo de las geografías y las cartografías ya dadas.

Un gesto que traza otro vector de las pertenencias y de los modos de habitar. Ahí Copi, Perlongher, María Moreno.

Escribe Garrido: estos desvíos de lo cosmopolita son “los singulares modos en que sociabilidades queer, reales y ficcionales, trazaron sus propias coordenadas planetarias más allá de la cultura y el territorio nacionales, así como las normas e imaginarios heteropatriarcales sobre las que la nación se asienta” (15) Es, pues, la sociabilidad, la comunidad, los modos de hacer lazo (y no el “yo”, el sujeto enredado en el espejo de la identidad) lo que aquí hace mundo. Y lo que se juegan son “coordenadas planetarias”: algo que involucra no solamente los espacios y los territorios sino las gramáticas mismas del hacer mundo; no sólo cómo se trazan los perímetros de los territorios queer, las redes de sociabilidad, los circuito de yire o lo que ahora se llaman los “safe spaces”, sino cómo desde ahí imaginar y construir mundos que sean más habitables, más tolerables, más interesantes que los que nos ofrecen. Justamente: porque somos las caídas del mapa es que hacemos territorio. Ahí la cosmopolítica como gramática para construir mundos.

Lo que hace Garrido es contraponer estos desvíos a uno de los modos de lo cosmopolita que se está terminando con la avanzada de las ultraderechas y el colapso del orden que asociamos a lo global: ese cosmopolitismo gay que plantó bares, barrios y modos de existencia en las ciudades y que se convirtió en un emblema de cierta vida democrática. Y que hizo claramente un cierto diseño de cuerpos a medida del capital: eso “gay” que Perlongher y Lemebel denunciaban como cuerpos modelados por el capital y sus normas. Eso quizá ahora esté empezando a reconvertirse en otra cosa en el contexto del ascenso de las ultraderechas. Es allí donde veo la intervención de este libro.

Me quiero detener en dos gestos críticos que quiero subrayar porque en ellos veo lo que esta Internacional del Pecado le trae a la imaginación critica: a las tareas críticas que nos tocan. Por un lado, me parece clave el foco que Garrido pone en el universo de la publicación, los modos de la vida pública que pasan por revistas, fanzines, suplementos, por lo que no se centra necesariamente en el libro, sino que remite a una ecología de lo escrito que es inseparable de la sociabilidad, que no tiene distancia respecto a ella, y que apuesta fundamentalmente a la creación de públicos y a la hechura de la vida pública. Eso que Garrido piensa fundamentalmente alrededor de los “contrapúblicos” trabajados por Michael Warner. Me interesa mucho eso porque hace a los modos en que las ecologías de lo escrito interfieren y desvían modos imperantes de pensar y de actuar. Eso es lo que acá hace mundo. Y ahí es donde una figura como la de María Moreno, una candidata poco esperable para una discusión sobre cosmopolitismo, emerge con una fuerza inesperada porque precisamente la vemos en eso expansivo que se dispara desde Alfonsina o El Teje. O en las publicaciones del FLH, Somos, Nuestro mundo, por caso. Ahí pasa algo clave: las artes de la publicación cambian la relación entre imaginación y mundo, justamente porque se interviene sobre las condiciones mismas de la vida social. Ese “entre” es una vía de los desvíos de lo cosmopolita.

El otro gesto crítico es el que trabaja la trama de conversaciones sobre cosmopolitismo desde los archivos queer. Me parece que Garrido pesca una inflexión clave de esa trama y que pasa por ese momento en el que las “salidas al mundo” o el “deseo de mundo” no cumple con sus promesas de inclusión, de ciudadanía, de integración, donde la imaginación del cosmopolitismo más clásico –o más careta, o más tilingo– se desfondan, ahí es donde aparece ese hacer mundo que es esa capacidad para tramar algo así como  nuevas infraestructuras de la vida, esas infraestructuras que en situaciones de crisis, de abandono que desbaratan las condiciones vitales de comunidades, sostienen la vida en común –pensemos en la crisis del VIH, que es una inflexión decisiva para los desvíos que piensa Garrido, pero también en las movilizaciones y redes activadas después de la masacre de Barracas, justamente cuando lo que se pone en movimiento es la infraestructura del cuidado, cuando nuestras existencias mismas son amenazadas. Por eso en este momento en el que la reflexión más simbólica, cultural y política de las fantasías globales se desfondaron y donde otra dimensión –la de lo planetario y lo cosmopolítico– empieza a hablarle a nuestra imaginación crítica y a nuestra forma de elaborar conceptos, ahí Garrido re-sitúa lo queer y le da, creo, un nuevo impulso. 

Para terminar. “Yo soy de acá”, dice María Moreno. Dice también que no viaja. Y que odia Europa. Es una militante del monolingüismo. ¿Qué tiene que ver María Moreno entonces con el cosmopolitismo? Bastante, dice Garrido, en un sentido nuevo. Ya no se trata de aquel cosmopolitismo que las oligarquías argentinas derramaron sobre las clases medias argentinas, un poco como si fuese una teoría del derrame de escenas imaginarias. Tiene que ver con el cosmopolitismo justamente porque funda su loquibambia, su patria portátil, que sigue siendo patria (yo soy de acá) pero no la que se sueña desde el patriarcado ni desde la cartografía triste de la heteronorma. Lo que dicen los desvíos de lo cosmopolita de Garrido es que nunca dejamos de pensar en la pertenencia, nunca dejamos de pensar de donde somos, ni de trabajar los modos en que habitamos donde habitamos. Porque la infraestructura de la vida –la posibilidad misma de la vida– se juega en ello. Ese pensar y ese trabajo, sin embargo, no se hace con las herramientas de quienes nos detestan. Tenemos a Copi, a Perlongher, a María Moreno, tenemos a muchas más: con esas herramientas del desvío hacemos mundo.

Ahí entonces la Internacional del Pecado como manual de reorientación y como cuaderno de tareas críticas.


La Internacional del Pecado. Desvíos de lo cosmopolita en Copi, Néstor Perlongher y María Moreno

Germán Garrido

Editorial Beatriz Viterbo, Rosario

2024