INTRODUCCIÓN AL DOSSIER

«Bolivia(s), tradición y modernidad»

Foto: Satori Gigie

Por: Ximena Espeche y Pablo Stefanoni

¿Cómo discutir el entramado entre modernidad y tradición que parece estabilizar y congelar el análisis y las propuestas, acciones, tensiones de la cultura y la política? ¿Cómo evaluar los cambios operados en la última década en el país? Una opción es la de pensar en procesos, en líneas de tensión, en vínculos complejos entre lo que se presenta como durable y lo que se advierte como difuso; en desacoplar ese par modernidad/tradición para ver qué sucede.

En Bolivia, el par tradición/modernidad ha sido muchas veces fundamento de explicaciones tanto nacionales como foráneas de lo que es o no es el país. Así, se lo ha definido como tradicional en los términos de evaluarlo como un reducto de “Latinoamérica” en América Latina. Y allí encontramos exaltaciones de la modernidad como visiones románticas de la tradición.

Así, la población chola de Bolivia o el fuerte anclaje agrario del país quedaban del lado de una tradición a ser retomada o conservada, al tiempo que históricamente ese mismo anclaje resultó ser caldo de cultivo para discursos sobre el fracaso, la enfermedad o el atraso bolivianos.

Insistimos en pensar a Bolivia como “Bolivias” más que volver a una clave analítica como la de tradición/modernidad que no nos cuenta nada del presente, ni tampoco nos deja entender el pasado. En este sentido, son las contundencias de procesos político-sociales las que advertimos atravesadas por rangos que operan en lo local y en lo transnacional: ya sea la reciente ley de género que posiciona en primerísimo plano la pregunta por las diferencias y las desigualdades (etnia y género), las tensiones de la llamada “economía informal” o “capitalismo popular” o las preguntas por la poesía como el reducto de qué ideas de cultura a la hora de mirar qué literatura (pluri) nacional. Y, finalmente, las fotos de Satori Gigie como placas que recuerdan un continuo espinoso, el del folk-urbano en la ciudad de La Paz.